Otro Cruce de más. “El Cruce” como todos la llamamos, El Cruce Columbia 13ª edición Volcanes en Patagonia, como se llamó oficialmente. El Cruce de Los Andes es una carrera que no cruza literalmente Los Andes sino que a lo largo de tres días cubre aproximadamente 100 Km de recorrido por Los Andes patagónicos, culminando generalmente en la frontera entre Argentina y Chile. Este año se repitió la modalidad Teams y al día siguiente, la categoría solos. Este fue mi 5to Cruce de Los Andes consecutivo. Tomen esto como una prueba de lo buena y atrapante que es la carrera. Hay muchas carreras de aventura en Argentina. Muchas tienen algunos cambios de un año al otro, otras se repiten de forma casi idéntica. Pero El Cruce es una sorpresa permanente. No hay manera de saber con qué nos vamos a encontrar cada año. Esto genera muchas veces problemas logísticos, pero esa apuesta al límite suele producir esa deslumbrante experiencia de correr por primera vez por un terreno. El Cruce empieza antes del arco de largada, con amigos, con familiares, con una previa que ya es una fiesta. Este año mi equipo entró en la categoría MIXTOS B, mi compañera fue mi gran amiga Roxy Lescano, y el nombre del Equipo Correr para vivir, CorrerAyuda, combinación del nombre de mi libro y mi running team. Además de mi credo runner.
El 2014 tuvo, como el 2010, al clima como protagonista de los campamentos, afectando todo, complicando todo. Pero el primer día del Cruce ya fue una experiencia para toda la vida. La primera trepada, la primera altura fue acompañada por mucho frío y mucha lluvia. Metía miedo es clima hostil. Hubo que abrigarse, aunque en mi caso solo fueron guantes y el buff tapándome las orejas. Recién arrancábamos la carrera, así que éramos pura energía inicial. Sin duda eso ayudó. Luego una bajada precioso nos ayudó a nosotros, los expertos en calle, toda clase de terrenos siguieron a eso y luego todo el barro del mundo junto. Complicado. La llegada al campamento no pudo ser más feliz, veíamos delante de nosotros a un equipo amigo: Correr Ayuda. Marcelo Perotti, nuestro entrenador, y Horacio Cano, el marido de Roxy, llegaron unos segundos antes que nosotros. Abrazarnos con ellos y el fotógrafo Diego Winitzky. Amigos, familia, el mundo del running, el mundo del Cruce. El campamento fue perfecto. Todo anduvo bien allí.
Todo salió más o menos mal el día dos. El clima afectó el circuito y los cambios generaron líos varios. Se sufrió mucho. El circuito era bastante feo, a excepción de un rió y unos senderos más técnicos. Sin mala intención, pero con consecuencias malas, el circuito era una invitación para que los tramposos cortaran camino. La mayoría no lo hizo, pero una minoría sí, y produjo cambios en los resultados. Allá ellos, volvamos a los corredores en serio. El segundo día fue duro. Ojo, en una carrera de tres días, superar los problemas es parte del arte de saber correrla. Ahí se conocen los equipos, ahí están los valores de cada uno. Ahí se ve quienes somos, de que estamos hechos. El campamento del día dos fue un campamento de guerra, lo contrario al uno. Más coraje, más paciencia. Esos momentos en los cuales todos dicen: ¿Qué estoy haciendo acá? ¡No vengo más! No sé como habrá sido para los primerizos, pero para los veteranos, el mal tiempo no es una variable que nos saque el ánimo. Llovió, llovió, llovió. Al final, ya vestidos para salir el tercer día, nos reíamos del mal clima. Plan B, un excelente equipo mixto de holandeses, se reía y disfrutaba también de la dureza del clima. Verlos reír era prueba suficiente de que entendían de que se trata correr. Ya estábamos enamorados de la carrera nuevamente.
El tercer día fue el más corto –suele serlo- pero fue perfecto. Una trepada terrible, y luego un filo bajo el agua nieve. La ropa se ponía blanca, el viento pegaba en la cara. No se veía nada. Unos metros hacia adelante íbamos viendo las marcas. Al estar en un filo, a los costados nada se veía. Sí, nos perdimos las grandes vistas, pero disfrutamos la aventura. La bajada del filo, primero bajo esa lluvia que no dejaba ver nada, y luego en un descenso abrupto, fue memorable. ¿Qué seguía? Un camino maderero que era una delicia. Allí mi compañera, que solía ir atrás mío en las subidas y los llanos, se puso adelante y fuimos los últimos kilómetros a su ritmo. Diversión total. Velocidad. Se iban armando pequeños trencitos de dos o tres equipos. Allí estaban los Neurus, gran equipo de amigos que corrió parejo con nosotros. Y mi gran amiga y referente, Sofi Cantilo, junto con su gran compañera Cilene Santos. En tres días de Cruce, las amistades crecen, los vínculos se profundizan. Todos los que íbamos por ese sendero íbamos sonriendo. ¡No hay nada más divertido en el mundo! La llegada fue la felicidad absoluta. Ahí estaban mis mejores amigos, mis compañeros runners. Abrazos enormes, la alegría de la tarea cumplida. Basta ver las fotos para entenderlo. No hay mayor felicidad para un corredor que terminar un Cruce. Hacerlo con amigos. En mi próximo libro contaré cada detalle, pero no quería dejar de recomendarles el Cruce. Una carrera para corredores enamorados de su deporte. Los días pasan y el Cruce se queda en nuestra memoria. Nada se compara al Cruce. Felicitaciones a todos los que participaron de esta enorme carrera. Quiero que ya se abran las inscripciones, quiero estar con mis amigos una vez más en la montaña. La estadística dice que salimos 4tos en nuestra categoría y 29 en la general. Lo que la estadística no dice es que una vez más un grupo de corredores volvió a sentirse feliz.