Mi amiga María Ballester me dijo durante los días que duró el Raid de Los Andes 2015 “Durante la carrera se sufre, el disfrute viene al terminarla”. Una carrera en tres etapas como el Raid implica un esfuerzo particularmente grande, donde se vive intensamente cada paso, donde se busca rendir al máximo y, en algunos casos, alcanzar un podio. Al final de cada jornada, cuando aparecen las clasificaciones, todos queremos subir un puesto o mantener el que tenemos. Cada día nos enfrenta a todo tipo de desafíos y problemas. Al final de cada jornada el dolor acompaña a nuestros músculos. Claro que se disfruta la carrera, pero no es la clase de placer que obtenemos al terminar, la alegría de ese momento en el cual tenemos la certeza de que el recuerdo quedará con nosotros para siempre. No importa el ritmo que tengamos en la carrera ni la posición final, el recuerdo sigue con nosotros. Pero mientras corremos sí importa el ritmo, sí importa la posición, sí importa pasar al que va adelante. Insisto, cada uno dentro de su estilo y sus objetivos. En definitiva, importan detalles que luego serán historia, pero que son el motor que nos anima durante la carrera.
Todo esto viene a cuento porque el Raid de Los Andes es, sin lugar a dudas, una de esas carreras que se recuerdan para siempre, una de esas experiencias que nos llenan el corazón y que se extrañan cada vez más con el correr de los días. Todo lo bueno que se puede decir de una carrera se aplica al Raid. El trail running en su máxima expresión, la carrera de aventura en estado puro. Una combinación exacta entre dificultad, variedad y belleza. Hacer trail running demasiado sencillo, es algo efímero, más tarde o más temprano, esas carreras se agotan. Hacer carreras rutinarias, es también un camino breve. El corredor que se enfrenta al Raid de Los Andes sabe que su boleto a la línea final no está asegurado, que habrá dificultad y también habrá variedad. Hay que saber correr para completar una carrera así. Inscribirse es fácil, se puede hacer on line incluso, pero correr, amigos, correr es otra cosa. En este caso, la dificultad será premiada por una de las experiencias más inolvidables que alguien podría imaginar.
No hay nada más hermoso que correr. Los que hemos descubierto eso sabemos que además de correr propiamente dicho, correr es viajar, correr es conocer, correr es aprender. Las carreras a mí me han enseñado mucho sobre mi país, sobre el mundo, sobre la vida. He viajado y sigo viajando por todo el país. Esta vez el Raid me llevó hasta Salta y Jujuy. Yo ya conocía Salta porque había conocido la provincia a propósito de otra carrera. The North Face Endurance Challenge 2012 de 80 Km me permitió conocer la ciudad y los paisajes salteños. Fue hermoso volver y volver a correr. Por las precauciones que cualquier deportista debe tener a la hora de competir en altura sin estar acostumbrado, decidí llegar el día martes, para aclimatarme. Cuidé la dieta, descansé bien y tomaba un té de coca antes de irme a dormir todas las noches. No siempre podemos tomarnos ese tiempo extra, pero en caso de ser posible, aconsejo aprovecharlo.
El Raid de Los Andes es una carrera con una logística muy compleja. Van algunos consejos más: reservar los hoteles necesarios, el avión y los traslados con el tiempo suficiente para conseguir lo adecuado. Y conseguir lo adecuado significa entender las distancias entre cada punto de partida y llegada de la carrera, los horarios y las necesidades reales que vamos a tener durante ese tiempo. Con mis compañeros del running team decidimos alquilar un auto para toda la estadía. Fue una decisión adecuada. Tomen nota de eso. El primer día se viaja de la ciudad de Salta hasta la Estación Chorrillos del tren de las nubes. A medida que se llega a ese lugar, los paisajes comienzan a hacer su trabajo en nuestra cabeza. La belleza empieza a conmovernos. Ya en la estación Chorrillos el clima es de fiesta. La alegría es absoluta, todos los esfuerzos que nos llevaron hasta ahí se manifiestan en nuestras sonrisas. Las partidas son por categoría, hombres, mujeres, equipos mixtos y así todo. Hay música y aunque a mí la música me es indiferente en las carreras de aventura –me alcanza con en el sonido de la naturaleza y de los corredores- la gente la disfruta y se relaja. Hay trajes típicos y tambores, los colores animan a todos. Hace un poco de frío, pero poco. Como en mi mochila llevo todos los elementos obligatorios, sé que si la cosa se complica, me abrigo. No será necesario en ninguno de los tres días. Por tercera vez, mi compañera de equipo es María Paula Ren. Ya saben y lo repito: elegir bien a un compañero de carrera es fundamental para disfrutar de la experiencia. No importa si nos va bien o mal, pero tiene que ser una persona que viva el running de una manera parecida a nosotros y que sepa desde el vamos que pase lo que pase estaremos juntos. Largamos.
Las vías del tren de las nubes nos marcaron el camino. Aunque no se notaba siempre, la carrera fue en un leve descenso. Es un día rápido, sin duda. Pasamos por muchos puentes donde algunos corredores se asustan. Para casi todos esos puentes, hay una opción de ir por abajo, si uno viene pasando a los atrasados de las demás categorías, es una buena opción. Si el puente está libre, caminar por los durmientes es tarea sencilla, tan solo el vértigo puede asustarnos demás. Yo fui preocupado, pero no tuve un solo instante de preocupación. Los paisajes son increíbles y variados. Una trepada terrible de unos 50 mts detiene nuestra marcha para luego enviarnos a un túnel al que mejor acceder con linterna. La linterna fue claramente pedida por la organización. Pero parezca mentira o no, muchos corredores no llevaron. Pagaron el precio con su tiempo. Luego la velocidad vuelve. El primer día veníamos peleando la punta de la categoría. Los tres equipos que íbamos adelante éramos conocidos, incluso amigos del mismo running team, CorrerAyuda, de Marcelo Perotti y Verónica Pasquette. No me detendré en los detalles de logística, pero les repito que luego de la llegada la logística es importante. Se podía optar por campamento en el lugar de llegada, que era Campo Quijano, o por viajar a Purmamarca, para estar cerca de la largada del día dos. Nosotros optamos por Purmamarca.
Una vez más, al llegar a Purmamarca sentí que el running me había llevado hasta otro lugar increíble. Al amanecer del otro día, lo confirmaría. El Cerros de los siete colores estaba frente a nosotros. Así, como si nada, estaba frente a uno de los lugares más bellos del planeta. Si no fuera por el running, tal vez nunca lo hubiera visitado. La largada era desde Tumbaya. Por problemas de logística –el único problema que hubo en todo el Raid y que no trajo consecuencias- la largada fue un poco más tarde. Un poco de frío, pero no mucho, acompañó la emocionante largada. En Tumbaya, los habitantes y las autoridades se tomaron muy en serio la carrera y eso debería enseñarnos algo sobre lo que significa el Raid. El día dos era el día difícil, el día de la gran trepada. Estábamos a mayor altura, el recorrido era técnico. Largamos.
A los 500 mts de la largada mi compañera se queda sin aire. Ahogada, se detuvo. Son segundos en los que uno piensa un millón de cosas. A todos nos ha tocado estar de los dos lados y ninguno de los dos es cómodo. El que se siente mal, se siente pésimo en todo sentido. El que se siente bien, no sabe encontrar el equilibro exacto entre motivación, apoyo y exigencia excesiva. Paula tiene mucha cabeza, un coraje demencial, y un fuerte espíritu competitivo. “Ya me voy a recuperar”, me dijo. Nos pasaban los equipos pero eso no era importante, lo importante era que teníamos más de veinte kilómetros por delante y había que divertirse, no solo completarlos. Lo que cuesta vale y Paula cumplió su promesa. Fue recuperando el aire y de caminar pasamos a correr y en la primera bajada que encontramos logramos equilibrarnos. Nuestros amigos Lucas y Maga tuvieron un día excelente y ya no los volvimos a ver. A todos los demás equipos, los alcanzamos. La subida es larga y se necesita tenacidad, no importa la velocidad que uno tenga. El premio es una bajada inolvidable, técnica, colorida y divertida. Para eso vinimos, para lo que requiere conocimiento, experiencia, concentración y disfrute. La llegada fue pura emoción. Llegar a Purmamarca y abrazarnos entre lágrimas. De quedarnos ahogados sin aire a llegar nuevamente segundos a la meta, hubo una jornada inolvidable de valentía. El pueblo nos recibió con alegría, los colores de naturales del lugar y los de la feria, le agregaban belleza a todo. La descripción de este ambiente merece un libro completo. Los sentimientos durante la carrera, son historias para toda la vida.
El día tres nos enfrentamos a las Salinas grandes. De los 1520 corredores que fueron de la partida, aun sufriendo y con dolores, la mayoría logró completar los tres días. El vicio de usar adjetivos se detiene aquí porque todo lo dicho se repite una vez más y ya no quedan palabras. Las Salinas hablan por sí misma. Con orgullo he de decir que a pesar de las muchas fotos de la previa y el final que saqué y me sacaron, en ninguna hice esas poses ridículas a las que, por motivos incomprensibles, las personas se entregan de forma demente al llegar a las Salinas. Como el espacio es enorme, la largada a lo ancho fue –según atestigua el video oficial- algo memorable. La altura es de 3450 mts. así que aire no era lo que sobraba para los porteños y demás habitantes a nivel del mar. Con todo lo que teníamos, salimos todos a enfrentar los casi 11 Km del día final. Todos con anteojos de sol –no llevarlos es una locura, ni se les ocurra- corrimos con un fondo que sé que ninguno de nosotros olvidará jamás. Paula una vez más, dio lo que tenía y lo que no tenía y fuimos pegados hasta cruzar la meta. Cruzamos la meta y otra vez las lágrimas. No me gustan las sobreactuaciones en la meta ni en la vida, por eso cuando la emoción es real, me conmueve profundamente. De esas emociones vi muchas. También lloré abrazado a mis amigas María y Roxy, aun cuando había pasado un rato luego de haber llegado. Compartimos el viaje y la pasión por la aventura.
Para los corredores amateurs, cada podio significa una felicidad enorme. CorrerAyuda Vivir para correr, ese es el nombre de nuestro equipo, quedó tercero en la general de equipos mixtos. Pero como bien dije al comienzo, el disfrute recién empezaba. Cada paisaje, cada paso, cada largada, cada llegada, todo eso comienza a ocupar su lugar en la memoria y a volverse historia. No soy amante de las metáforas, prefiero la narración directa de los hechos. El trail running ofrece un espacio de felicidad enorme. Correr por Salta y Jujuy es sublime y todo lo que el corredor de trail busca lo tiene. El turismo no es un regalo, es parte integral de la experiencia. El Raid de Los Andes crece porque nadie que viaja allá se arrepiente de haberlo hecho. Mientras escribo sigo pensando en cada día de la carrera. Esa capacidad enorme que nos ofrece el running de fijar imágenes en nuestra cabeza hace el resto. Las imágenes se han instalado allí para siempre, nada ni nadie podrá quitarnos eso.