Hay suficientes maratones en el mundo como para elegir y correr durante varias vidas. En lo personal, los 42 Km 195 son mi distancia favorita, por lo que vivo buscando nuevas carreras. En Argentina hay varios maratones al año. Algunos ya instalados, otros abriéndose camino, algunos complicados, otros terribles. Buenos Aires sigue siendo la mejor opción, pero quien haya corrido afuera sabe que correr y viajar es una experiencia doblemente placentera. Latinoamérica tiene muchos maratones, la mayoría difíciles por el circuito o la temperatura. Por cuestiones de presupuesto y de cantidad de días de viaje, muchos maratonistas buscan Santiago, Montevideo o Rio de Janeiro como alternativas a las carreras de Argentina.
La entrega de kits es del estilo de las grandes Majors pero en escala reducida. Aun así, hay varios stands interesantes, incluyendo el del Columbia Cruce de Los Andes, donde tres chicas del Club de Corredores trabajaban a destajo para charlar con todos los corredores que se acercaban. El Cruce es una carrera famosa en Argentina y lo está siendo cada vez más en Brasil. Todo en orden y sin problemas para la previa de la carrera. Vayamos entonces a la carrera. Una nota: la fecha del maratón suele ser julio, pero debido a los Juegos Olímpicos en el 2016 se hará en mayo.
Lo primero que hay que decir de Río es que no es una carrera para bajar tiempo, no importa cuál sea la marca que un corredor tenga. Las condiciones climáticas y el circuito lo hacen casi imposible para alguien que ya ha llegado un nivel de exigencia personal alto. Por ejemplo, este año la carrera la ganó el keniano Willy Kimutai con un tiempo de 2 horas 14 minutos y 57 segundos y apenas un segundo detrás su compatriota Lemawork Ketema. En la categoría femenina Caroline Chemutai, también keniana y ganadora este año en el Maratón de Sao Paulo, pasó la meta en 2 horas, 38 minutos y 19 segundos, seguida por la alemana Anna Hahner que lo hizo en 2 horas 39 minutos y 15 segundos.
Lo segundo que hay que decir es que para muchos corredores del mundo, Rio de Janeiro es considerado como uno de los más hermosos circuitos de maratón que existe. A los que buscan maratones vistosas, bellas y que siguen siendo de calle, sin duda Río de Janeiro les llamará la atención. La largada está bastante lejos del centro de la ciudad, pero no es complicado llegar si uno sale con el tiempo suficiente. La largada no tiene corrales, pero más allá de los desubicados de siempre que salen adelante aunque hagan más de cinco horas, se puede salir bien si uno quiere ir adelante.
Como ya se sabe, es un maratón caluroso y el domingo 26 de julio hizo calor, desde el amanecer hasta el final de la carrera. Nublado casi todo el tiempo, al menos no se sufrió el sol. Toda la primera parte del maratón va por la ruta de la costa, lo que significará para quienes amen el océano una vista espectacular. Al principio la espaciada hidratación no será un problema, pero olvídense del estilo agua-Gatorade más o menos cada tres kilómetros que suelen tener las Majors. Acá será una cosa o la otra y con el calor, realmente se harán desear a medida que la carrera avance. Mi consejo es tomar siempre agua en todos los puestos. Si estamos bien, tomar menos, pero siempre tomar. Lo mismo para el Gatorade o la bebida que haya en cada país. En Rio de Janeiro el agua viene en vasos cerrados, tipo yogurt, que fácilmente pueden romperse y tomar. El Gatorade viene en bolsitas. Detalles menores, pero para que no los agarre por sorpresa.
El consejo es que cuando un maratón no tiene una información completa, le pregunten a otros corredores. En mi caso, varios de mi running team, incluyendo Marcelo Perotti, mi entrenador, habían ido. Ellos me ayudaron con la información, en particular Mariana Castelo que la había corrido dos veces y me hizo una descripción minuciosa. Toda la primera parte, en un falso plano, se puede correr sin problemas. Los primeros veinte kilómetros de llevan bien, con leves subidas o bajadas que no llegan a verse, pero están. Cuando se acaban esa extensa parte empieza lo complicado. Yo llevé el promedio buscado en la media maratón, llegué al 21 sabiendo que luego se complicaría. El calor era mucho y en mi caso, había hecho demasiado esfuerzo para esos 21 Km. La primera subida es a una autopista, de ahí se sube y se baja un par de veces y luego hay una linda bajada para aprovechar. La confianza al pasar esto crece, pero el cuerpo va gastando su energía. Pasando el 27 aproximadamente la subida al morro es la parte más difícil de la carrera. El calor ya era mucho, 25º estaba anunciado, no sé a las 9 hs cuál sería realmente la temperatura, y una humedad del 84%. La subida es demoledora. Hay que decidir si se la pelea fuerte o si se afloja mucho. Yo decidí pelearla, aun cuando obviamente la velocidad bajó. Luego de unos tres kilómetros durísimos, viene una bajada fuerte. La confianza se mantiene en la mente, pero el cuerpo ha recibido muchos golpes. Cada maratón es diferente. También se ponen difíciles Boston y Tokio, sin embargo uno puede enfrentarlas mejor. Lo mío es correr con frío, ya lo aprendí. Aunque en líneas general de 5 a 10 grados es la temperatura ideal para maratón, los distintos cuerpos se adaptan mejor o peor a los distintos climas. No fueron pocos los corredores de elite que vi caminando o detenidos en el recorrido.
En el kilómetro 32 ya no quedan más bajadas. Hasta ahí yo venía pensando en bajar las 3 horas. Un plan demasiado ambicioso pero que en los números cerraba bien. En el 34 aun pensaba lo mismo. Ya por Ipanema y entrando luego a Copacabana, el calor era excesivo y el cansancio se hizo sentir. Fue en el 36 que me di cuenta que iba a terminar en 3 horas 1 minuto. Pero aun quedaba más sufrimiento. En el kilómetro 38 el cuerpo pareció decir basta. Me preocupé en serio. Mi ritmo bajó fuerte. Pensaba que tal vez la certeza de no bajar las tres horas podía haber enviado una señal de stop. Fue un kilómetro terrible. A esta altura hay que decir que de las nueve ciudades donde he corrido maratón, Rio de Janeiro fue la de menos aliento del público. Al principio pensaba que era por la hora y la zona, pero luego me di cuenta que fuera del mundo del running, a nadie le importa en lo más mínimo nada. Eso sí, no hubo nunca problemas con el tráfico ni nadie le faltó el respeto a los corredores. Más allá de que creo que le falta mucha hidratación, la carrera es impecable en la organización. Faltando solo tres kilómetros recuperé algo de fuerza. Nos acercábamos a la meta. Y ahí subía un poco el aliento. ¡Cuánto subestimé el aliento de la gente como parte de la carrera! Hace muy bien tener público. Cuando faltaba solo un kilómetro comenzaba el aliento fuerte. Ahí estaba el mundo del running, todo junto. La gente maravillosa que conocí en Brasil haciendo trail run y que recordaba también allí estaba. Como se corren los 42 Km y los 21 Km juntos, todos los corredores que hacen la media se quedan a esperar y a alentar a su running team que va por el maratón completo. Es fantástica la llegada en Río. Los arcos de los 21 Km y los 42 están pegados, pero la gente no se mezcla. Igual el cruce entre ambas categorías en casi inexistente. Cuando faltan 500 mts la hinchada ya es gigantesca. Como siempre aconsejo y me enseñaron yo llevé una musculosa con mi nombre y los colores de mi running team. Con todo el cansancio acumulado y el dolor, subí la velocidad y empecé a escuchar cómo la gente gritaba mi apellido al mismo tiempo, como una verdadera hinchada que me esperaba a mí. Estaba llegando solo, separado por muchos metros de cualquier otro corredor. Con el aliento y el arco delante, subí la velocidad, pasando la meta en 03:02:57 (en mi reloj) pero luego el resultado oficial dio 03:02:19. Entre ambas cosas está mi tiempo, ya que salí unos segundos detrás de elite y apreté un poco antes el Garmin. Mi puesto en la categoría fue 7 y mi puesto en la general masculina 68. Corrieron más de 10 mil, así que la estadística es un premio extra. Al pasar la meta sentí un dolor en las piernas que nunca había sentido –o no recordaba haber sentido- en ningún maratón anterior. Me había costado muchísimo lograr ese tiempo. Me costó volver a sentirme bien. Agarré la medalla con mucha fuerza, lo que cuesta vale dicen y es verdad. Valoré mucho esa llegada.
Retiré mis cosas del colectivo que transportaba las bolsas de la largada a la llegada, le escribí a mi entrenador y luego de un poco –en realidad fue más de media hora- de descanso comencé a caminar en dirección contraria, deshaciendo los kilómetros finalmente del maratón y viendo llegar más gente. Allí pude ver nuevamente a la hinchada alentando a todos. Los running teams, el podio, las carpas con masajes, todo. Veía correr a la gente con el Pan de azúcar de fondo y la belleza de un paisaje inconfundiblemente carioca. Es bueno, si uno puede, ver llegar a la gente. En el agotamiento y la concentración en el objetivo uno no puede verse. Pero al mirar a otros corredores uno comienza a valorar el esfuerzo realizado y la grandeza de la carrera terminada. Todos amateurs. Salvo el puñado de elite que va adelante, todos los demás somos amateurs, aficionados, corredores que estamos ahí solo para disfrutar del desafío. No falto el momento en el cual se me llenaron los ojos de lágrimas al ver dos chicas que iban en el tramo final de la carrera llorando. El maratón es único, nada se parece al maratón. Llegar en un maratón es inolvidable. Todos y cada uno de los que pasa la meta final del maratón tiene derecho a sentirse orgulloso y feliz. No importa cómo les haya ido, llegaron. Tal vez por primera vez, tal vez ya llevan docenas terminadas, siempre es un momento de felicidad. Si se atrevieron a la distancia, es justo que disfruten el haberla vencido. Río de Janeiro fue mi maratón número once, el segundo del 2015 pero no el último. Antes de fin de año correré mi tercer maratón. Será un regreso al maratón más famoso del mundo. Antes de empezar ya me siento feliz. Porque lo más importante es disfrutar, aun dentro del enorme sufrimiento de correr 42 Km. No olvidaré jamás los kilómetros de esta carrera ni el desafío al cuerpo y la mente que representó correrla. Felicitaciones sinceras a todos los que alguna vez la corrieron, en el 2015 o antes, Maratona Caixa da Cidade do Rio de Janeiro es, nadie lo duda, un maratón especialmente duro.