El sábado 17 de junio a las 16 hs se realizó en Berazategui la edición número treinta de la Carrera Día del vidriero. Esta prueba, cuya primera edición data de 1988, es posiblemente una de las carreras más queridas del calendario de carreras de calle de Argentina. Para la enorme multitud que corre todos los fines de semana carreras de 10 K en todo el país, y en particular en Capital Federal, la carrera Día del vidriero tal vez no sea conocida, pero quienes se hayan puesto a charlar un rato con algún corredor experimentado, el nombre sin duda les sonará. Treinta años de vida no es poco, ya que hablamos de la época anterior al furor del running en Argentina. La fama que la carrera tiene la vuelve un objeto de culto e interés, mucho más allá de los atletas de la zona sur cercanos a donde se realiza. También los corredores de gran nivel saben que en esta carrera tienen un verdadero desafío.
La carrera, que se realiza en junio, suele ir acompañada por un clima frío y muchas veces lluvia, pero este sábado la anunciada tormenta no estuvo, un fuerte viento despejó el cielo y la carrera se realizó con un clima caluroso, para luego bajar abruptamente la temperatura al haber finalizado la prueba. El municipio de Berazategui, se nota, está orgulloso de su carrera, y tiene derecho a estarlo. Acostumbrados a las carreras en Palermo, los corredores que nos acercamos a estos 10 K nos encontraremos un clima diferente. Parecido y diferente, para ser sinceros. La previa de la carrera es emocionante. No es común que una carrera salga de una avenida angosta en medio de un barrio, el espectáculo es novedoso y basta mirar alrededor para descubrir que los vecinos están orgullosos del evento. Los corredores también se ven diferentes. El nivel de la carrera es altísimo, muy superior al promedio de las carreras en Capital, basta mirar un poco para ver que grandes corredores, de la zona sur, pero también de CABA dicen presente para formar parte.
También hay que tener en cuenta que es una carrera gratuita y que no tiene inscripción por internet, por lo cual uno puede anotarse incluso el día de la carrera o acercarse personalmente en los días previos. Eso cambia el tipo de corredor que se acerca a la competencia, y la hace también mucho más democrática. Ante la queja del precio de las carreras, siempre será una opción anotarse en carreras gratuitas. Y aun siendo gratuita, si uno se anota con tiempo, se puede llevar una remera de la carrera, un souvenir que en lo personal disfruté llevarme.
A lo largo de estos años grandes corredores han pasado por esta carrera y la leyenda ha ido creciendo. Si bien yo aconsejo participar aunque sea una vez, es importante que el corredor sepa que hay algunas cosas diferentes –al menos hasta el 2017- a las carreras más populares de hoy día. La gran diferencia es el chip, la carrera no tiene chip, lo que hace la clasificación un poco complicada, por momentos caótica, y siempre expuesta a muchos errores. Los ganadores de la general no tendrán problema, pero para las categorías o para los tiempos que cada uno desea conocer, los relojes de los corredores son la única certeza. Cuando uno va a correr la carrera del Día del vidriero debe hacerlo con el afán de ganarla o simplemente de divertirse. La buena voluntad de los organizadores es total, siempre dispuestos a escuchar y a aprender. En la entrega de premios, que se realizó en el Centro de Actividades Deportivas, Culturales y Recreativas Roberto De Vicenzo, había un sector para reclamos y sugerencias con respecto a la carrera. Es posible que pronto se incorpore el chip y la carrera logre ahí sí, estar al nivel de las carreras actuales. En ese aspecto está un paso atrás, en la velocidad de los corredores está varios pasos adelante. Con un mismo tiempo un corredor que en Palermo corra una carrera con el mismo número de corredores acá saldrá mucho más atrás en la general. Eso es algo que vale la pena. Revisando las fotos de la carrera, se nota la calidad y la cantidad de corredores de elite y sub elite que participan.
La carrera tiene una largada tan alborotada como las de Palermo. Muchos corredores que corren a cinco o seis el kilómetro se meten adelante y deben ser esquivados por corredores que van a menos de cuatro el kilómetro. Este caos aumenta con una lluvia de papelitos muy vistosa que nos sorprendió a muchos y que nos hundió literalmente en una lluvia de papeles mientras esquivábamos corredores. Pasado este momento, la carrera tiene una primera parte con desnivel favorable, lo que podría ayudar a ir rápido, pero un tremendo viento en contra complicó las cosas para todos. El viento en contra es uno de los peores enemigos de un corredor. En el kilómetro tres, el esfuerzo para mantener el ritmo era descorazonador, los corredores más fuertes le hacían frente, pero todo sentíamos el mismo cansancio. Al llegar al Camino General Belgrano con solo doblar el viento bajó y las malas sensaciones se borraron, al retomar (la carrera es casi un rectángulo) el viento a favor fue un alivio y un empujón a redoblar el esfuerzo. Pero claro, con el viento a favor apareció el calor, porque el viento refrescaba aun cuando nos tiraba para atrás. Realmente era fuerte el viento, y aunque el viento a favor no suma la misma velocidad que resta el viento en contra, ayudaba a pelear la segunda parte de la carrera. Dos rectas largas sin paisaje para disfrutar hacen que sea una carrera para correr concentrado, no llega ayuda visual para distraernos. Hacia el final se vuelve a tomar la calle del inicio y los últimos quinientos metros son en subida. Muy duro para quien venga al límite, pero siempre el arco de llegada es una motivación para dar lo último. En mi caso un compañero del running team, Santiago Romero, me alcanzó (nos habíamos pasado mutuamente dos veces en la carrera) y aunque él es más rápido en los 10 Km, una gripe lo hizo por una vez un corredor de mi ritmo en esta distancia. El estaba ahogado, yo estaba cansado, ninguno había entrenado específicamente para esta prueba. Pero él tenía un poco más de resto y en lugar de pasarme decidió alentarme y darme fuerzas para subir mi ritmo hasta pasar el arco. No fui a hacer marca, fui a conocer la carrera, pero aun así siempre disfruto el poder correr lo más rápido posible. 39.03 fue mi tiempo. Aun no sé –y tal vez nunca sepa- como quedé en la general, pero no es habitual que con ese tiempo haya tantos corredores delante en una carrera de menos de cinco mil corredores. El nivel se podía ver tan solo formando parte de la carrera.
Desde el 2015 los originales 10 Km y 500 mts han dejado el paso para los más razonables 10 K, para poder ser certificada por la Federación Atlética Argentina pero también para que los corredores puedan hacer marca en una distancia que corren habitualmente. Hay premios por categoría por edades, lo que hace que la entrega de premios tenga mucha gente que se acerca al mencionado Centro de actividades deportivas. No es común que una carrera de calle prolongue la experiencia más allá de unos pocos minutos después de terminada la carrera. El propio Saverio Terminiello, el creador y coordinador de la carrera entrega los premios. Sin duda el concepto más barrial de esta competencia se extiende a esa entrega de premios y sorteos para los participantes. Aunque la carrera tenga cosas por mejorar –los chips ya es hora de que sean parte de la carrera- también es cierto que han sido y son estas carreras las que fundaron y mantienen vivo el espíritu del atletismo. Ojalá los corredores les demos una chance a estos 10 K que no son en Capital pero tiene mucho para ofrecer. Mucho corazón, muchas ganas de correr, y el espíritu original de las carreras. Fue en lo personal una gran experiencia ir junto con la gente de mi running team, familia y amigos. Recomiendo los 10 Km del Día del vidriero, una carrera para gente que ama correr. Una de las pocas carreras grandes y totalmente gratuitas.