El maratón de Londres 2018 será recordado como el maratón más caluroso de la historia de esta carrera, cuyo origen se remonta a 1981. Una temperatura de un poco más de 24 grados acompañó a los corredores durante los 42 Km de la carrera. Aunque no parece una temperatura extrema, lo es para correr un maratón. Hay que sumarle el día soleado y que la carrera arrancó a las 10 de la mañana, por lo cual el calor del asfalto fue en aumento con el correr de los minutos. Se sintió. En lo personal yo he corrido con temperaturas iguales a esta, pero empezando sin el sol en lo alto y aprovechando el asfalto fresco del amanecer. La humedad de la ciudad se hizo sentir y ya en la entrada en calor no había duda de que sería una carrera complicada.
Llegar a la zona de largada, en Greenwich, es muy fácil. El transporte es gratis para los corredores por lo cual si uno quiere solo tiene que vestirse de corredor e ir. Quienes desean dejar una bolsa, pueden hacerlo, y esta los esperará en la llegada. La logística en estas cosas es impecable. A pesar de lo complicado que es para un argentino acceder a esta carrera, no éramos pocos los que estábamos presentes. Un total de cuarenta y dos corredores figuraban entre los más de cuarenta mil inscriptos. No es como Nueva York, donde la invasión argentina es casi una constante, pero igual el número no es bajo. El secreto está en que a pesar de lo difícil que es entrar, solo se puede acceder a la medalla de las Six Majors corriendo Londres. Más tarde o más temprano, todos los que queremos esa medalla, debemos ir. Yo corría Londres por segunda vez, porque estoy dando la segunda vuelta de las Six Majors. Esta vez corrí por Charity, una experiencia muy satisfactoria pero que cuesta un dinero y un esfuerzo extra. De ahora en más, me anotaré en el sorteo y cruzaré los dedos, espero correrla por tercera vez en algún momento.
Varios amigos fuimos juntos a la llegada, algunos repetíamos carrera, otros buscaban completar las seis carreras. Al empezar la carrera a las 10 AM, no es necesario madrugar ni ponerse nervioso por cuestiones de transporte o desayuno. Muchos elegimos ir a un apart hotel con cocina y heladera y prepararnos nuestras comidas antes de la carrera. Vale la pena y alivia mucho el estrés, además del placer de sentirse parte de la ciudad. Con el famoso London Tube salimos de Holborn para combinar con el tren y llegar al hermoso parque de Greenwich. Con Gabriela Massa –compañera habitual de estos viajes- Alejandra Seco y Analía Aguirre paramos en el mismo hotel así que fue fácil reunirse y sacarnos foto con la bandera de CorrerAyuda, nuestro running team. Se nos sumó Juan Carlos Rozehnal que, como Analía, buscaba su medalla de las Seis Majors. Una emoción extra para ellos. Ya en la zona del maratón, donde corredores y acompañantes formaban un multitud verdaderamente impactante, fácilmente superior a las cien mil personas, si contamos a los voluntarios de charity y curiosos, el calor se hacía sentir. Llegamos a un punto donde sólo podían pasar los corredores y allí la cosa seguía siendo multitudinaria pero organizada. Había hidratación, suficientes baños y demás comodidades para los corredores. Allí nos encontramos con más amigos, el Colo Mourglia, mi colega Dani Arcucci y la gran atleta Clarisa Ríos. Ríos, como yo, buscaba ir por un sub tres. El día parecía complicado, pero le dije: Si me ves mal, grítame. Yo no pensaba en hacer una nueva marca, pero como siempre, la esperanza es lo último que se pierde.
En la zona de largada, ya en el corral 1 de la salida roja, el sol pegaba fuerte. Los corredores no tenían sus clásicos abrigos, todos estaban vestidos para largar, la temperatura era alta. La Reina de Inglaterra, la mismísima Elizabeth II, dio el disparo de largada para la carrera en directo desde Windsor. Una emoción extra para los que sentimos afecto por la ciudad de Londres. Por supuesto que primero hubo himno, presentación de los elite, incluyendo al favorito nacional, Mo Farah. Una nota divertida: En agosto del año pasado fui como periodista al mundial de atletismo en Londres, donde vi a Mo Farah competir en los 5000 y los 10.000 metros. Hoy estaba corriendo junto con él un maratón. Un motivo extra para sentirme feliz y agradecido. Hasta acá, todo hermoso, pero ahora empiezan las primeras críticas a la carrera. La primera, y lo digo habiendo corrido la carrera dos veces, es el absurdo ordenamiento en la largada.
Cuando sale la elite masculina (la femenina larga un rato antes) uno imagina que el corral 1 sale inmediatamente después. Pero en Londres, a diferencia de lo que ocurre en las otras Majors, esto no pasa. Antes salen un número no muy claro de corredores británicos que clasificaron por tiempo. No hablamos de sub elite, hablamos de muchos corredores que terminarán la carrera en cuatro horas o más. Pasé el arco de largada unos dos minutos y algunos segundos después de la largada. Cuando ya habían pasado todos estos corredores. El resultado no se hizo sentir en los primeros metros, pero muy rápidamente y durante más de diez kilómetros, el embotellamiento era una complicación. Corriendo Chicago o Berlín o Boston, esto no pasa. Uno sale rápido y todo lo que ve a su alrededor son corredores de una velocidad parecida. Acá pasábamos corredores como si estuvieran al trote y en muchos lugares no había por donde pasar. Muy malo para los corredores porque aunque hay tiempo en un maratón para pasar gente, frenar y arrancar varias veces desgasta física y mentalmente. Bastaría esto solo para no recomendarle a nadie Londres. No si busca marca o correr en menos de tres horas o cerca de ese tiempo. En los primeros 21 Km de carrera pasé 4100 corredores. ¿Se entiende la locura? Salí del corral 1 y pasé 4100 corredores. En las fotos de la carrera se ven a mi lado corredores que llegaron una hora más tarde que yo, incluso más, y yo los estoy pasando ya en plena carrera. Fue muy difícil correr así, más aun que la primera parte de la carrera es la más rápida, por lo que se desaprovecha la posibilidad de guardar energía y relajarse. Intenté estar tranquilo, pero cada nuevo embotellamiento me distraía una vez más.
El público es increíble, tal vez el mejor de todos los maratones del mundo. Pero una vez más, debido a lo angosto y embotellado del recorrido, tampoco se lo podía disfrutar mucho al comienzo. Las avenidas de Estados Unidos siguen siendo el mejor lugar para correr maratones. Allí cada uno puede hacer lo que quiere porque sobra espacio. Pero hay que correr y seguía corriendo, buscando hacer una buena marca. En el kilómetro 21, ya habiendo pasado estas multitudes, seguía a promedio y me encontraba en un lugar más cómodo, pero poco tiempo después el esfuerzo del comienzo me pasó factura. Todos vamos bien hasta el 21, si no fuera así, no terminaríamos. En el kilómetro 25 me di cuenta que el calor me pasaba factura. Faltaba muchísimo. Busqué la manera de equilibrarme, resignar algo de velocidad pero mantenerme firme. Pero cuando eso ocurre, la señal es clara, un problema en ese momento de la carrera es una mala señal. No fue culpa de todo lo mencionado, la estrategia había fallado. No era el día ni la clase de carrera para eso. No hay excusas, el corredor debe leer la carrera bien y adaptarse. No lo hice, producto de la euforia y el caos, pero total responsabilidad mía. En el kilómetro 28 sentí que se iba toda la carrera. De mejor marca como podía calcular hasta el 21 o sub 3 como pensaba hasta el 24, en el 28 me di cuenta que se me podía ir incluso ese objetivo, y se iba a ir, aunque pareciera imposible. En fin, lo lindo del maratón es que no es fácil ni es seguro, todo debe pelearse. En el medio el glorioso Tower Bridge pasó algo desapercibido para mí, pero igual lo vi y me sentí agradecido, aunque lo pasé muy concentrado. El maratón de Londres tiene muchas curvas y varias subidas en la segunda mitad, es muy fácil perder ritmo y, como yo venía, empecé a perder ritmo de verdad. Cuando por un dolor en el costado comencé a perder en serio ritmo, sentí la voz de Clarisa Ríos que al pasarme me grita: ¡Vamos! Aunque no hice ni por asomo la marca buscada, la verdad es que ella me salvó la carrera. Dejé de perder velocidad, subí un poco el ritmo y me mantuvo estable. Un poco más adelante, llegando al Big Ben, yo la pasé y le grité a ella. Nos mantuvimos cerca hasta el final. Pasamos frente al Palacio de Buckingham y corrimos los últimos metros por The Mall hasta la meta. Fue una pena no llegar juntos, pero casi. Yo fui el mejor argentino y ella la mejor argentina clasificada. No pudimos cumplir nuestro sueño de cronómetro, pero sí nuestro sueño de finalizar en un buen tiempo la carrera. 03:03:30 fue para mí, una marca muy lejana pero bastante razonable. Los minutos al llegar son de muchísima frustración, pero entre el abrazo con Clarisa y las fotos, poco a poco me obligué a sentirme agradecido de estar en mi ciudad favorita en el mundo y participar de mi maratón número dieciocho. Corrí igual que en el 2013 pero en condiciones climáticas muy desfavorables. Para todos fue igual de complicado, incluso para los punteros. Pensé mucho en ese momento en Analía Aguirre, mi amiga que completaba sus Majors y también en Juan Carlos Rozehnal y Mariano Lanz que también lo hacían. Pensé en cuántos sueñan con estar ahí, pensé en cuanto soñé yo en estar ahí. El día estaba precioso, tan precioso que me fui a mirar como llegaban otros corredores y aceptar felicitaciones de los espectadores que me veían llegar con la medalla al borde de la carrera para alentar. Incluso acepté una cerveza de tres londinenses que ya se habían entonado. Brindé con ellos y acepté. ¡Well done, old chap!