Solemos recordar un maratón y sus 42 Km mucho más de lo que recordamos las carreras cortas. Pero una carrera de fondo de 8 Km es también una experiencia única. Más aun si uno la corre en un lugar especial. Quien haya corrido una vez en el Central Park, en New York siente que no hay otro lugar en el mundo para correr. Por suerte eso no es así, pero la sensación igual existe cada vez que uno lo pisa. La NYRR Fred Lebow Classic es una carrera cuya particularidad es que se corre por completo dentro del Central Park. Son 5 millas, 8 kilómetros, con los cuales los corredores de la ciudad dan por comenzado su año. Es la primera carrera del año para los neoyorquinos. Para un turista, para alguien que no busca como principal objetivo hacer marcas, sino experimentar una carrera afuera, este tipo de competencias es ideal. Con frío y con alegría, me dirigí, ya con mi número de corredor y con mi chip a la largada. Entrada en calor yendo hasta ahí, pleno Central Park completamente nevado. La largada era a metros del Museo Guggenheim, uno de los museos más importantes de la ciudad. La carrera era un domingo y no un sábado porque les había costado quitar la nieve que había en los caminos para correr del parque. La largada, ya comenzaba a acostumbrarme, era sencilla, simplemente una cinta y los diferentes corrales para separar los corredores por nivel. En un costado había un espacio para dejar los bolsos según el número de cada uno, y junto a la largada un pequeñísimo escenario, casi una tarima. Primero el himno, como siempre en las carreras oficiales del circuito de carreras de Nueva York y luego otra largada sin glamour pero con energía. La carrera, toda por el sendero para corredores del Central Park recorría casi toda –pero no toda- la vuelta interna al parque. Como ya conté, el parque tiene subidas y bajadas, por lo cual la carrera era divertida. Subir y bajar todo el tiempo, tratando de mantener la energía en las subidas y aprovechando luego las bajadas. Se pasó volando en el reloj, como toda carrera de 8 Km., y a la vez fue eterna y se sintió en el cuerpo. Yo no tenía ni la más mínima expectativa, así que disfruté mucho correr rodeado de un bellísimo paisaje nevado. Corrí, eso sí, muy abrigado, estando de vacaciones no valía la pena exponerme a tanto frío. Al pasar la meta, a toda velocidad, me sentí realmente feliz. Mi primera carrera en Nueva York, era enero del 2011. En la llegada nos dieron un pretzel y agua. El agua estaba congelada en la superficie, había que romper la capa de hielo para tomarla. Otra anécdota más para mi historial de carreras y en uno de los lugares más bellos del mundo.