Correr es solo correr, piensan algunos para los cuales la vida les debe pasar por el costado, por arriba, por abajo, pero nunca por el cerebro o el corazón. Yo veo en el running infinitas cosas, yo vivo en cada carrera todo. Veo aventura, pasión, ambición, alegría, emoción. Veo héroes, melodrama, westerns, comedia, todo. Veo historias en todos lados, veo a los demás y me veo a mi mismo. Cada día me pasa más. Cuánto más corro, más veo, más entiendo, más disfruto. Tal vez solo me pasa a mí, pero no lo creo, no a juzgar por la cantidad de gente con la que de forma feliz y generosa comparto esta pasión universal que es correr. Cuando vive algo de forma intensa y real, lleva a ese algo todo lo que ha aprendido, todo lo que ha vivido, todo lo que sabe, todo lo que siente. Así vivo el running yo y me siento feliz de que así sea. Por eso no hay carreras menores, en cada competencia amateur en la que participo suelo encontrarme con algo nuevo, inolvidable. También sé que la historia que voy a contar es la misma que han vivido o vivirán muchos de ustedes. Empecemos describiendo la carrera.
En los 15 Km de New Balance 2015 que se realizaron el domingo dos de agosto en Palermo corrieron cerca de 7000 corredores. La carrera organizada por Sport Facilities fue una verdadera fiesta en la cual todas las caras conocidas se repiten y Palermo se tiñe del color de la remera. El recorrido estuvo bien. Fue la versión corta de la We Run Bue de Nike. Muy disfrutable. Para mí era una carrera diferente. Siete días después de correr los 42 Km de Rio de Janeiro era claro que no podía participar de una carrera competitiva, pero dos meses antes del evento me había enterado que mi hermano mayor, Guillermo, se había anotado para correrla. Eran sus primeros 15 Km y él todavía sigue siendo nuevo en el running. Mi otro hermano, el menor, que también corre, pensó que era una buena oportunidad para correr y acompañarlo, ser sus liebres. Por primera vez podríamos correr los tres juntos. La idea me encantó y todo cerraba para poder hacerlo. Afectos al melodrama, los dos García decidimos anotarnos sin avisarle al tercero para sorprenderlo el día de la carrera. Así fuimos testigos de cómo Guillermo se preparaba, se preocupaba y palpitaba la carrera. El día de la carrera aparecimos con la remera del running team, CorrerAyuda para correr los tres García juntos. Los tres García, como el film mexicano de 1947 protagonizado por Jorge Negrete, pero en lugar de sombreros charros, zapatillas y musculosas.
Ser liebre de un corredor siempre es un compromiso que no debe tomarse a la ligera, ir los tres juntos también lo era. Imagínense los tres hermanos, los mismos con los que compartimos infancia, juegos, que peleamos por mil motivos y nos divertimos por otros tantos. Si correr es volver a la infancia en muchos aspectos, correr junto a los hermanos es volver a esa infancia con ellos. Era volver al patio de casa, a la puerta de casa a jugar juntos. La vida tiene muchas vueltas y las cosas no suelen salir como las planeamos. Pero a veces, solo a veces, las piezas encajan y la vida nos sonríe. El que buscaba hacer tiempo en esta carrera era Guillermo, así que él era el centro. Quería hacer noventa minutos, es decir ir a seis el kilómetro. Al menos eso nos dijo. Nos pusimos en la largada en el ritmo que nos correspondía -como debe hacerse siempre- y empezamos la aventura. Desde el arranque era obvio que íbamos a ir un ritmo mucho más veloz que seis el kilómetro, se notaba, pero no dijimos nada. El día estaba pesado, muy húmedo, pero no faltó hidratación. La verdad es que la organización estuvo impecable. Mi hermano mayor decía que eran sus primeros 15 Km, lo que mostraba cierta angustia y expectativa. Lo que él no sabía es que también eran los primeros 15 Km para los otros dos, ya que 15 no es una distancia muy habitual. Pero como le ocurre a mi hermano menor, es una distancia para probarse un poco antes de pasar a los 21 Km. Nota extra: en otro sector de la carrera también corría Cecilia, la esposa de Guillermo y Edy, el hermano de Ceci. Siempre decimos que el running es familia, a veces no es metáfora.
Pasamos la mitad de la carrera bien, usamos el estadio Monumental para motivar a nuestro hermano aun siendo Mariano y yo de Independiente. Ya al regreso cualquier hincha de River debería emocionarse al subir al puente Labruna y ver el escudo de su club. Luego de años de correr en Palermo, ya conocemos leves bajadas y subidas que pudimos aprovechar para no perder el ritmo. Nunca dudamos del tiempo que íbamos a hacer. Motivado, contento, disfrutando, Guillermo iba no solo a bajar los 90 minutos, también los 85. Fuimos subiendo el ritmo al final y pasamos la meta en 01:23:56 (tiempo no oficial). Impecables y contentos, pero realmente era lo de menos. Pasamos la meta los tres hermanos juntos, con la remera del mismo running team, felices. Nos sacaron algunas fotos –mis hermanos se parecen a mí pero son muy parecidos entre ellos, casi mellizos aunque se llevan doce años- en la llegada. Abrazados, miro a mi hermano mayor y lo veo llorando. Ese llanto que me emociona en cualquiera cuando pasa la meta, imaginen lo que me produjo siendo mi hermano. Estábamos felices y emocionados. Mi hermano mayor, el que me cuidó, el que hizo miles de cosas por mi toda la vida, estaba ahí, corriendo una carrera conmigo y con mi otro hermano. Amo correr, amo correr como no he amado nunca nada en mi vida. Es un hobby y una pasión. Compartir el running con mis hermanos no tiene palabras para describirlo. Por eso digo que correr es mucho más que correr. Me estaré poniendo viejo o agradecido, pero cada vez más siento ganas de decir gracias. Al running, a mi entrenador Marcelo Perotti, a mis amigos, a mis dos hermanos. Estoy agradecido porque hoy, en una mañana de Palermo, y a lo largo de quince kilómetros, viví uno de los momentos más lindos de mi vida. Los quiero, hermanos. Estoy orgulloso y feliz de correr junto a ustedes.