En Estados Unidos el 4 de julio, Día de la independencia, es una fecha festiva desde el amanecer hasta la medianoche, llena de eventos, banderas, ferias y por supuesto fuegos artificiales por la noche. Cuando me anoté en Mt Hood Marathon, Portland, Oregon, decidí que extendería el viaje unos días más para poder ver de cerca dicho festejo. Pero para poder ver una verdadera fiesta elegí salir de Portland y viajar a Provo, Utah, una ciudad en la que corrí en el 2018 maratón y que me había resultado particularmente bella y amable. Enorme fue la sorpresa al descubrir que el 4 de julio tenía, entre muchos otros festejos, una carrera de 10 Km, 5 Km y 1 milla. Eran solo cinco días después del maratón, pero también parecía razonable si tan solo iba a trotarla, acorde al plan de recuperación que tenía. Yendo en pareja, era todavía más lindo el plan de correr para conocer y compartir la experiencia de una ciudad y su gente en una fecha tan importante.
Fue fácil anotarse y el valor de la carrera fue de 25 dólares por corredor para los 10 Km. El doble de lo que sale una carrera equivalente en Argentina, pero con una remera preciosa de esas que uno atesora para siempre y un par de medias de muy buena calidad con los colores de la bandera norteamericana. La entrega de kits era sencilla, sin expo ni nada para comprar. Había, eso sí, una máquina para tomar chocolate, pero preferí no usarla.
La carrera salía temprano, a las 7 AM, desde el parque Kwapis. Aunque había transporte público, los cortes hacían que fuera algo confuso y un UBER fue la mejor solución para llegar tranquilos. Ya en el lugar el clima era hermoso. Las tres largadas eran de diferentes lugares, solo la llegada era en común. Llegada linda y sobria, bien al estilo de las carreras locales en Estados Unidos, poco afectas al circo y al exceso. A metros de la zona de largada quien deseara podía agarrar un agua de las destinadas a la llegada general antes de dirigirse específicamente a la de 10 Km. Había baños químicos bien equipados (en Argentina no es sencillo que tengan todo lo necesario, algo a corregir) para quien los necesitara.
La sorpresa e inquietud fue al descubrir que no había guardarropa. Al parecer todos los corredores llegaban en auto o tenían un familiar que los esperara con sus cosas. Claro, de las tres carreras la de 10 Km era la menos numerosa. Pregunté a dos personas de la organización y de ambas recibí la misma respuesta, que dejara mis cosas en un rincón, o entre unas flores y que luego las recogiera al terminar. Me aseguraron que no existía posibilidad alguna de que alguien se las llevara. Para alguien que vive en una gran ciudad, esto era asombroso, pero como ambas personas fueron muy confiadas, decidí aceptar y dejé las cosas en un cantero junto a la llegada. A nadie pareció importarle y no me fui preocupado tampoco.
En la zona de largada de veía un clima familiar, con gente de todas las edades y estilos. Pocos disfrazados, pero sí muchos con los colores de la bandera. Una largada sobria, tranquila, en una mañana relativamente fresca pero con temperatura en aumento. Lo que también se veía era un altísimo número de jóvenes atletas de elite. Estudiantes de secundario y universidad a los que se les notaba su preparación. No eran tantos, pero sí para la cantidad de corredores en total. Luego del Pledge of Allegiance (Juramente de lealtad a la bandera) nos dispusimos en la largada que, como insistiré una y otra vez, fue alegre pero sobria.
Repito que cinco días antes había corrido un maratón durísimo en Portland. Arranqué buscando un ritmo apenas más rápido que el ritmo de fondo, pero rodeado de tantos buenos corredores el ritmo se disparó un poco al comienzo. Por suerte a menos de un kilómetro la primera de las varias subidas me recordó que no estaba listo para tanto. A eso le siguió una bajada espectacular, lamentablemente la única del circuito. A pesar de que era temprano el aliento de la gente se sentía. Se podían ver los preparativos de la fiesta al pasar esos primeros kilómetros.
Lo mejor fue llegar a la University Avenue, donde por su condición de calle principal había sido elegida para el desfile. Todo el público que una hora y media más tarde iba a ver el desfile ya estaba sentados en sus sillas o parado para alentar. La fiesta que se desarrollaría en unos minutos, primero fue nuestro público. Sin duda algo diferente a lo conocido para los corredores no locales. Aunque disfrutaba del momento y la alegría general, tenía puesta parte de mi atención en mantenerme firme pero sin lastimarme, atento a cualquier molestia. No hubo molestias preocupantes, aunque si un cansancio general esperable.
Hubo más subidas y en un momento nos empezamos a cruzar en el camino a los lentos de 5 Km y ya casi al final a alguno que salió a caminar la milla. Había que esquivar pero a nadie –incluyéndome- le preocupaba. Las últimas dos subidas costaron, pero al encontrar a algún corredor con ritmo parecido decidí alcanzarlo para motivarnos mutuamente y llegar fuerte dentro de mis clarísimas limitaciones. Felicitaciones con el ocasional compañero de 500 mts finales y a disfrutar del posta carrera. Frutas para todos, agua en cantidades y cada uno, hubiera corrido o no, podía agarrar lo que quisiera. Cuando se fue yendo la gente, personas repartían bolsas preguntando a todos si queríamos llevarnos las frutas y las aguas que sobraron. Acostumbrados a correr en ciudades grandes, estas pequeñas cosas siempre resultan particularmente amables.
También estuvimos con una familia argentina radicada en Orem, ciudad vecina a Provo, que nos conocían de las redes sociales y escuchan Radio Mitre. Clara Lamas y su familia también estaban allí porque su hija Julieta es atleta de elite y fue a correr los 5 Km como entrenamiento, algo que no le impidió salir primera en la categoría. Los premios, dicho sea de paso, fueron muy rápidos y bien pegados a la finalización de la carrera. ¿Cómo se consultaban los resultados? Con el código QR que estaba en el dorsal de cada corredor. Algo parecido a lo que ahora hacen las carreras más importantes del mundo, pero tal vez uno no espera en una carrera local. Estos son detalles muy importantes que mejoran mucho la experiencia del corredor. A tomar nota organizadores de carreras, es algo que hace la diferencia.
Luego de la carrera nos fuimos caminando a ver el desfile y a la noche los fuegos artificiales en el Lavell Edwards Stadium, espectacular sede de los equipos de la Brigham Young University. Una experiencia completa para vivir el 4 de julio en Provo, Utah. Un ejemplo a seguir para ciudades de todo el mundo, donde una fecha importante puede ser también una fecha de festejo y alegría durante todo el día, incluyendo una buena carrera.