Maraton de la muerte (Marathon Man, Estados Unidos, 1976) de John Schlesinger, con Dustin Hoffman, Lawrence Olivier, Roy Scheider.
Maratón de la muerte es, como todo clásico, una película muchas veces mal recordada. No es raro, la película tiene muchas aristas complejas y escenas que no parecen asociarse de forma simple a la trama principal. Aunque la palabra maratón hace que se la vincule con el mundo runner desde entonces, muchos olvidan la importancia que tiene el maratón en la película. La primera imagen que aparece en toda la película es el rostro de Abebe Bikila, la leyenda del maratón. Vemos a Bikila en el maratón de Roma en 1960. El protagonista mira este documental por televisión, pero en esa primera escena las imágenes están solas. De un congelado de Bikila pasamos a los pasos de Babe (Dustin Hoffman) corriendo por el Central Park, más exactamente por La Reserva, el lago que está en el centro y que es el lugar elegido por muchos corredores para entrenar. Imagino que más en 1976 que ahora, donde las distancias que cubren los corredores suelen ser mayores y el número que practica también. Hoffman tiene ropa de invierno y parece muy abrigado, usa gorra y lleva consigo un cronómetro de mano, algo insólito para nosotros hoy.
Pero Maratón de la muerte no es una película sobre running, es una película protagonizada por alguien que corre. En paralelo a ese entrenamiento inicial vemos una trama que avanza y está vinculada con criminales de guerra nazis. Esta trama tiene su primer gran momento con los dos ancianos que pelean con sus autos en la calle. Esta discusión termina con un accidente terrible en el que ambos mueren. Hoffman y otros corredores paran a ver, pero Hoffman sigue. Luego un corredor en pantalón corto y musculosa lo pasa y le hace un comentario, Hoffman empieza a competirle pero se le escapa. Un detalle: Al corredor de adelante lo ataca un perro que no llega morderlo, pero Hoffman le reclama al dueño que ande por ahí sin atar al perro.
Al regresar a su barrio, los vecinos pandilleros se burlan de Hoffman, les causa gracia que corra, le hacen comentarios. Hoffman tiene posters de Bikila en su departamento y también anota en una planilla lo que acaba de correr. Cuando inicia una relación amorosa, su nueva pareja –que en realidad es un agente encubierta- le calcula los tiempos con el cronómetro en las pasadas, siempre en La Reserva ya mencionada.
La tenacidad del maratonista en general y del protagonista en particular es un elemento clave para entender la trama. Y como a, Abebe Bikila, el ídolo del protagonista, a Babe también le tocará en algún momento de la trama tener que correr descalzo. Ser maratonista es se fuerte, no rendirse ante nada, ese es un mensaje interesante que trae la película.
Esa fuerza gigantesca está puesta a prueba cuando el crimina de guerra nazi, el Dr. Christian Szell, alias “El ángel blanco” (interpretado magistralmente por Lawrence Olivier, tortura al protagonista fin de obtener la información que desea. ¿Es seguro? Pregunta una y otra vez, para desesperación de Babe, que ignora la respuesta. Szell cree que el hermano de Babe, Doc (Roy Scheider) le pasó esa información antes de morir asesinado. Babe se desespera porque realmente no sabe la respuesta. Pero resiste y corriendo logra escapar, corriendo sobrevive.
Aunque el nombre Marathon Man en el original y Maratón de la muerte en la traducción hagan que surja este título de forma rápida al hablar de running y cine, queda claro que la película tiene muchos otros elementos además de eso. Su mayor mérito, sin embargo, consiste en otorgarle valores positivos tanto en lo físico como en lo psicológico al protagonista aficionado al maratón. Un verdadero clásico del cine de la década del 70, tanto en su temática como en la manera que está filmada. Inolvidable como film de suspenso, más allá del cariño que pueda despertarnos a los corredores por el retrato que hace de los corredores de aquella década.