Maratón de Rosario 2018

 

Rosario es uno de los maratones históricos de la Argentina. Año tras año demuestra que una fecha elegida por maratonistas nacionales y de países vecinos. Yo tuve la oportunidad de correrla en el año 2012, cuando mi experiencia en maratones era todavía bastante breve. Este año fui con la misión de acompañar y alentar a mi hermano menor, que la corría por segunda vez y buscaba hacer su mejor marca, no solo del circuito, sino de todos sus maratones. Rosario era su maratón número seis.

Sabemos que el running es un deporte de aficionados y que a la hora de analizar las carreras no alcanza con saber cómo le fueron a los primeros tres corredores, sino como fue la carrera para ellos y también para todos los demás participantes. Hoy el maratón es un evento multitudinario en el que participan miles de aficionados más o menos comprometidos pero todos viviendo el evento con el desafío físico que esto implica. La mejor manera de entender un maratón es correrlo o estar alentando o mirando en diferentes puntos del recorrido. Rosario es ideal para ser espectador y si uno se mueve por el circuito tiene posibilidades de ver mucha carrera. Es imposible cubrirla completamente. Los maratones más importantes del mundo solo pueden seguir con cámaras a los primeros hombres y las primeras mujeres, pero no terminan de apreciar que tal es la carrera en el resto de los participantes. Para entender un deporte no es obligatorio practicarlo, pero ayuda. Y mirar diferentes momentos y ritmos, es una enseñanza que da una comprensión totalmente nueva.

Mi hermano había corrido Rosario en el año 2016, cuando el clima fue catastrófico. En aquella jornada fría y con lluvia, con una tormenta impiadosa y viento, era casi imposible correr un maratón de buena forma. Quien haya estado allí, recordará aquel año como de los peores que se hayan visto en Argentina. El maratón lleva mucho tiempo de preparación y que las condiciones en el día de la carrera no sean buenas, es terrible. No se puede hacer nada contra eso, solo salir y correr. Pero siempre queda la pregunta acerca de qué hubiera pasado si las condiciones hubieran sido las ideales. Esa pregunta no debe obsesionarnos, porque esa carrera hipotética no existió ni existirá. Solo resta ir por la revancha. Y el 2018 debe haber sido la revancha para muchos de los corredores que estuvieron en el 2016, incluyendo a mi hermano Mariano, El Nuytten.

Planteamos el viaje como un viaje de hermanos. Los tres García, los tres hermanos, viajamos el sábado a Rosario. Desde Buenos Aires es un viaje corto y nada problemático, eso también ayuda a que muchos corredores de Capital Federal y Conourbano puedan viajar hasta allá para participar. No recuerdo cual fue el último viaje que hicimos los tres solos, probablemente este fue nuestro primer viaje juntos, pero no le prestamos mucha atención a eso. La entrega de kit era ordenada y la expo pequeña, solo para cubrir algunas necesidades de último momento como comprar geles o algún accesorio, aunque como todos sabemos, para la carrera en sí mismo más vale que uno lleve todo lo que necesita.

Muchas veces uno tiene un recuerdo de un maratón que puede ser muy diferente a la realidad actual de dicha competencia. Muchas carreras cambian de recorrido o mejoran o empeoran su calidad. Por eso también aproveché este viaje para ver cuál era la actualidad de la carrera que había corrido años atrás. La carrera es tal cual la recordaba, sus características no han cambiado de forma importante hasta donde vi. La largada y la llegada son en el emblemático Monumento a la bandera. La salida del 2018 fue a las 9 AM, gran horario para invierno, porque ya es bien de día, está fresco, pero no hay que madrugar de forma significativa. Eso permite llegar a Rosario el día anterior sin sobresaltos y con tiempo para descansar esa noche.

La carrera sigue teniendo una característica no del todo feliz que es la compañía de las bicicletas en el recorrido. Docenas y docenas de bicicletas, acompañando a los corredores, son una molestia a la que parecen acostumbrados los locales. Yo sigo pensando que está mal. En una carrera clase A esto no debería pasar. Los cortes de tráfico son acorde a la dimensión de la carrera y también observé algunos problemas en algunos lugares. En los tramos principales no hay problemas, pero en algunos espacios se deja paso a los autos de forma no muy ordenada, con algunos riesgos innecesarios, por lo menos para la concentración de los corredores. La gente alienta y la llegada es muy buena. Hay lugares con adoquines, lo que no es del todo bueno, pero es inevitable en este recorrido. También cuando falta muy pero muy poco para llegar, hay una desviación muy angosta que no sé como habrá funcionado para el momento de mayor cantidad de corredores de la carrera. La hidratación para el sector delantero de la carrera no tuvo mayores problemas, aunque creo que más atrás pudieron tener problemas. Hay que cuidar y pulir esos detalles. En promedio la gente se veía conforme, pero hay que ver cómo fue este tema con todos.

Volviendo al relato de la experiencia con mi hermano, él buscaba no solo la revancha, sino también una nueva marca personal. Bajar las 03:10:21 de su mejor maratón. Ya saben, hacer una nueva marca no es fácil, más cuando uno va llegando a su punto crítico de entrenamiento. Correr bien un maratón requiere también experiencia, y aunque uno puede ser un atleta natural, para la mayoría es necesario aprender de los errores antes de alcanzar un buen desempeño. La historia de cómo hacer esa marca varía en cada corredor, pero todos los detalles son atesorados para siempre, o al menos hasta la siguiente marca. En este caso él sabrá mejor la historia, pero yo fui testigo no solo de sus años de entrenamiento y sus carreras –lo acompañé treinta y seis kilómetros en su primer maratón- sino también del fin de semana que llevó hasta el final de Rosario 2018.

Si en el 2016 el clima había sido espantoso, en el 2018 todo parecía anunciar un fin de semana perfecto para correr. Soleado y frío, no helado, para una carrera que empezaría puntualmente a las 9 AM. El día previo retiro de kit, buenas pastas en una fonda llamada El Ancla y paseo por el Monumento a la bandera. Todo en un radio de muy pequeño y sin cansarnos. Pero cuando los tres hermanos estábamos sacándonos las fotos de rigor, con la bandera de nuestro running team, CorrerAyuda, vimos que había una sesión de fotos y una grabación con los pacers de la carrera. Vestidos como irían al otro día, estaban allí todos. Nos llamó la atención uno en particular, el que tenía el banderín que decía 3.10. Sí, tres horas y diez minutos. Justo la marca de mi hermano, la marca a vencer. Ese pacer era Gerardo Napoli, experimentado maratonista y dos veces finisher del Spartathlon, la legendaria carrera de 246 kilómetros. A Napoli le estaban haciendo una entrevista y nos acercamos a saludarlo. En un instante nos dimos cuenta que era un tipo sencillo y amable, no solo un buen pacer, también uno muy motivador. Sin haberlo planificado, había una guía para lograr lo más difícil de un maratón: salir al ritmo adecuado, controlando la velocidad. Poder ir con él los primeros treinta kilómetros significaría no excederse y conservar un posible resto para el final. Napoli, que vive en Choele-Choel, vino para el maratón de Rosario. No sé como trabajaron los demás hombres y mujeres que fueron pacers, pero a juzgar por el que nosotros conocimos, fue un gran acierto de los organizadores.

Todo el fin de semana nos movimos según los requerimientos del hermano que iba a correr. El día de la carrera llegamos a la largada pocos minutos después de las 8 AM. Hacía frío, un grado. Pero el sol iba subiendo y para los no friolentos, se iba a convertir en un perfecto día de seis o siete grados hacia el final de la carrera. Soleado y sin viento. Mejor imposible. Saludamos a los corredores conocidos, muchos de los cuales solo habíamos visto en redes sociales. El clima era relajado porque cuando el clima está bien, todos están bien. Ese mismo día se corren 10 Km, que salen más tarde, de esa manera hay movimiento y la ciudad disfruta de dos carreras a la vez. No es una mala idea, muchas carreras en el mundo lo hacen. Se acercaba el horario los nervios. Mi hermano decidió correr sin guantes, lo que sufriría al comienzo, pero a la larga era lo lógico. Nos alejamos los dos hermanos mayores y dejamos al pequeño en la largada. Nos pusimos a unos doscientos metros para sacar algunas fotos. Una vez que pasaron los corredores y alentamos, nos volvimos al hotel. Cuando se disparó el reloj de largada, nosotros prendimos los nuestros. Si bien empezó puntualmente, era la manera de asegurarnos por donde iba a estar nuestro hermano. Yo volvería noventa minutos después listo para correr junto con él todo lo que fuera necesario. Guillermo, nuestro hermano mayor, iría tres horas después a esperarnos en la llegada.

Si todo marchaba bien, mi hermano debía pasar por el kilómetro veintiuno a los noventa y cinco minutos de carrera por al lado de la largada/llegada. Así fue. Mucha emoción verlo llegar con el pacer y el grupo de 3.10. Me acerqué y me dijo que todo estaba perfecto. Los corredores sabemos cuando las cosas no están perfectas, aun cuando estén muy bien. Los acompañé por afuera, trotando a los 4.30 el kilómetro que debían correr. Yo había corrido un maratón dos semanas antes, así que no estaba a pleno, pero ese ritmo lo podía seguir. Los acompañé unos kilómetros cuidando no meterme en el circuito ni molestar a nadie. No pasé por ningún puesto de hidratación, los esquivaba con suficiente anticipación para no distraer. Así los acompañe cinco kilómetros y los dejé irse.  Como el circuito vuelve, los esperé yendo en dirección contraria, viendo a los punteros, alentando a todos los corredores. Si bien no tenía la distancia total, mi reloj seguía marcando el tiempo. En el kilómetro treinta y tres los volví a encontrar. Seguían impecables. Yo ya había visto como muchos corredores perdían ritmo, pero el grupo venía sólido. Me volvió a repetir mi hermano que estaba impecable. Si en el kilómetro treinta y cuatro las cosas siguen muy bien, entonces las cosas es muy probable que terminen bien. No es seguro, pero ya estamos en el terreno de definición de la carrera. Si se llega bien ahí, puede no hacerse marca, pero se llegará a estar muy cerca. No es seguro, claro, muchos elite pierden su carrera ahí. El pacer nos había anticipado que nos iba a avisar cuando era el momento de despegarse. Un pacer ayuda a no pasarse, pero también puede ser una limitación de velocidad que nos retenga demasiado. No fue el caso. En el kilómetro treinta y cinco avisó a todos que aquellos que tuvieran resto comenzaran a acelerar. Mi hermano estaba impecable y nos fuimos para adelante. Yo seguía corriendo fuera del circuito. Debido a que no hay vallado, esto es posible en Rosario. Cuando llegamos al treinta y seis había un retome y decidí dejarlo ir para tomar un poco de aire y encontrarlo por un última vez en el treinta y siete. Cuando nos volvimos a ver empezó la definición de la carrera. Ya era un hecho que mi hermano estaba logrando su objetivo. Yo no podía aguantarme la emoción y el orgullo. Le hablaba, lo motivaba, incluso lo hacía apurarse un poco más. Cada kilómetro apurábamos un poco más. El desvío raro del final no era cómodo, pero no aflojamos. Un par de bajadas nos permitieron apurarnos a punto de llegar a 3.55 en dichas bajadas. Luego llegaron los últimos dos kilómetro y luego faltó solo uno. La recta final, el aliento del público. Mi hermano filmando esos últimos metros. Allí estaba mi hermano prácticamente solo. Todas las cuentas daban. Yo, que tenía más resto, miraba al pacer que estaba lejos. Yo no quise ni pude evitar gritar: ¡Aplausos, nueva mejor marca! Y todo el mundo empezó a gritar. El reloj marcaba 03:08 y solo faltaban pocos metros. Me abrí para no pasar por el arco y acompañé desde afuera. Nueva mejor marca y un kilómetro final a 4.07. El maratón ideal, terminando fuerte, como corresponde. Tan fácil pero tan difícil de lograr. La mayoría no lo logra, aun los que logran mejor marca. Lo fui a buscar después de la medalla y nos abrazamos entre lágrimas. 03:08:39 Imagen lo que significa compartir un logro como este con un hermano. Luego vino el pacer y le agradecimos su trabajo. Napoli tenía un micro unas horas más tarde,  se iba a Buenos Aires y de ahí a su provincia. Más perfil bajo no se consigue. Fue una gran ayuda, aun cuando todo el logro es de mi hermano, que corrió como nunca los 42 K.

Para mí fue un placer y un orgullo, pero también me sirvió para revisar la carrera y aprender mucho. Fue uno de esos días soñados. Para algunos corredores, habrá sido el maratón más importante de sus vidas. Si pudiera conocer todas las historias, las contaría. Por lo pronto me conformo con la que yo pude ver, tan parecida a la de tantos otros. Esperemos que los maratones en Argentina sigan creciendo, muchos corredores desean competir grandes maratones en sus ciudades. Que así sea.