A través de internet, en diferentes medios y páginas vinculadas con el running, la ciudad de Valencia comenzó desde hace un tiempo a sonar fuerte en el panorama del atletismo mundial. El slogan “Valencia Ciudad del Running” llamó mi atención y comencé a buscar de qué se trataba esto. La media maratón, con sus récords, sumó mucho más interés y decidí entonces que quería correr esta carrera de la que todo el mundo hablaba. El maratón de Valencia Trinidad Alfonso se realizó este año el 3 de diciembre.
Llegué a Valencia el día jueves, con tiempo suficiente como para hacer los días de adaptación necesarios previos a la carrera. A veces no tenemos la posibilidad de hacer esto, pero el ideal es llegar con por lo menos dos noches por delante para que el cuerpo de adapte. Desde la llegada a la ciudad me di cuenta que era muy amable todo, muy cómodo para el corredor, en particular el que habla en español, evitando una de las pequeñas posibles barreras que los maratonistas tienen cuando viajan a una ciudad nueva. En el hotel, cercano a la largada, carteles indicaban que Valencia esperaba el maratón. Siendo que la mayoría de los corredores que participan son locales o del resto de España, es común que ellos aparezcan el viernes a la tarde o el sábado. Algo parecido con el alto número de italianos, franceses, ingleses y alemanes, los cuatro países con mayor número de representantes.
No hay problema con la comida en Valencia, salvo la tentación de comer mucho. Pero hay pastas y demás comidas adecuadas para el corredor, eso no es un problema. Para el que quiera hacer turismo tampoco faltan lugares para visitar, museos, parques, espacios verdes y, por supuesto, el Mediterráneo. Una ciudad con setecientos cincuenta mil habitantes, los espacios no se ven pequeños pero tampoco es la abrumadora imagen que dan las grandes capitales donde se hacen las carreras más grandes del mundo. A no equivocarse, porque el maratón de Valencia es una de las carreras más grandes del mundo.
La expo maratón es en La ciudad de las artes y las ciencias, el complejo cultural, arquitectónico y de entretenimiento inaugurado en 1998. El complejo fue diseñado por Santiago Calatrava y Félix Candela y es difícil describir con palabras la espectacularidad y la belleza de un lugar como ese. Es algo incomparable. No solo la expo es allí, sino también la largada y la llegada del maratón y los 10 Km que se corren el mismo día. La expo tiene dos pisos más un tercer pasillo con más stands y espacios fuera de los dos mencionados niveles. La entrega de kits es rápida y sencilla, todo está bien señalizado. Si van el viernes, podrán, además, presenciar cómo se termina de construir la famosa llegada de la carrera, una plataforma sobre el agua en el corazón mismo del complejo.
La llegada está habilitada, una vez que la completan, para que todos vayan a sacarse fotos. El clima que tiene la previa es espectacular. Si siempre se puede palpitar un maratón, imaginen retirar el kit frente al lugar donde el maratón termina. En medio de la expo, a la que fui tres veces porque mi hotel quedaba a quinientos metros de allí, me encontré con el gran Martin Fiz, campeón europeo, maratonista de elite que aún hoy sigue batiendo récords en las categorías de veteranos. Un accidente sufrido este año lo obligó a participar de los 10 Km en lugar del maratón. Por supuesto lo hizo con una nueva marca. Fiz es una celebridad en este mundo y siempre tiene un espacio para conocidos, amigos y demás aficionados. Lo conocí participando en carreras en Argentina y en su país o fuera de él, siempre ha demostrado ser un gran corredor y una gran persona.
No hay tantos argentinos como uno podría imaginar. Algo raro, porque es la carrera ideal para nosotros, por muchas razones. Aun así compartí la previa, la expo y parte del viaje con dos compañeros de mi running team CorrerAyuda: Gabriel Rositto y Antonio Gutiérrez. Los tres buscábamos más o menos tiempos parecidos, así que teníamos la esperanza de correr aunque sea unos metros en la carrera. Siempre es lindo tener un amigo en una carrera. Estos eventos son muy grandes y es un alivio contar con otras personas, aunque más no sea para charlar de la ansiedad de esas horas previas a la carrera. Yo también compartí viaje con periodistas de diferentes países del mundo y la gente de Turismo Valencia, lo que significó aprovechar y conocer mejor las posibilidades que ofrece la ciudad. Gracias a mis nuevos David Gómez, Alex Heras y Miguel, a Paco Borao, a la gente de Amaison.
El maratón sale desde La ciudad de las artes y las ciencias a las 8 AM. Es un horario cómodo, que aprovecha la temperatura más amable de ese horario. Los guardarropas están muy cerca de la largada. Los 42 Km y los 10 Km parten al mismo tiempo, pero por dos partes separadas del Puente de Monteolivete, sobre la el complejo donde se ha construido la llegada. Si acaso el maratón de Nueva York arranca en un puente con Frank Sinatra cantando New York, New York, Valencia no tiene nada que envidiarle, porque al partir se suena a todo volumen Libre, interpretado por Nino Bravo, verdadero prócer artístico de la ciudad de Valencia. Emocionante es poco decir. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Libre, eso pensaba mientras largaba. La sensación de libertad y felicidad que siento cuando corro sonando en una canción que amo, interpretada por un cantante que admiro. Hasta un museo Nino Bravo hay en Valencia. Y una mención extra: hablando de arte, también me emocionó mucho que hubiera una calle dedicada a Luis García Berlanga, el gran realizador de obras maestras como Plácido (1961) y El verdugo (1963).
El maratón de Valencia tiene un recorrido plano. El mencionado puente es corto y no tiene una gran elevación. A lo largo del recorrido habrá pequeños desniveles, pero en general todo es de una gran comodidad para poder llevar un plan y cumplirlo. Sabiendo que era mi tercer maratón en un año quería lograr un sub 3 claro, sin arriesgarme a un fracaso en los kilómetros finales. Había corrido en Londres y las cosas no habían salido como lo había planificado, la temperatura fue la más alta de la historia de dicho maratón y no supe adaptarme a tiempo. Poco tiempo después corrí el Utah Valley Marathon, donde el recorrido era son muchas bajadas pero también muy duras subidas, allí no me preocupó tanto el tiempo, pero igualmente me fue mejor que en Londres, aunque en ambos casos la temperatura fue alta. Había decidido entonces que en lugar de buscar un tiempo imposible, iría por uno posible, me llevó mi pulsera con los tiempos para cumplir con un 02:56:00. Un ritmo aproximado de 4.10 por kilómetro. Todo esto consultado y entrenado junto a mi entrenador Marcelo Perotti.
Es complicado equilibrarse si hay aunque sea un mínimo desnivel a favor en el comienzo de un maratón. Decidí ponerme firme y no irme de ritmo. Suena mucho más fácil de lo que es. Busqué equilibrarme en 4.10, pero en seguida me di cuenta que tal vez todo iba naturalmente en 4.08 o 4.09. Un arranque apenas por debajo de eso me dio unos segundos extra. La carrera tiene una hidratación más espaciada que la de las Majors norteamericanas, es decir Boston, Chicago y Nueva York, pero la temperatura era apenas por encima del promedio ideal y aproveché al máximo cada puesto. No usé los geles que ofrecían, yo llevo siempre los míos. Hay varias curvas, pero ninguna complicada y sí, hay que decir, que hay muchos lugares con vías porque lo que es importante no perder la atención, un detalle mínimo a no olvidar.
El nivel de la carrera es altísimo. Sabiendo que se puede hacer buena marca, corredores de toda Europa viajan a tener su personal best. También es fácil inscribirse, por lo cual uno no necesita un año previo para elegir la carrera, puede hacer cuatro meses antes sin, por ahora, mayor riesgo. A pesar de correr a un ritmo rápido, toda la carrera fui rodeado de un alto número de corredores. A ese mismo ritmo en otras carreras, por ejemplo Chicago, no tendría tantos compañeros de ruta. También esos corredores eran corredores experimentados. No hubo un solo problema en los puestos de hidratación, las curvas o los diferentes momentos de la carrera. El aliento de la gente es permanente. Es la primera vez que todo el público habla en español en mis maratones fuera de Argentina, la diferencia se siente. Yo llevaba mi rarísimo apellido en el dorsal, por lo que, más que nada en los últimos quince kilómetros, escuché muchos ¡García! que me ayudaron a mantener la fuerza. O tal vez había otros veinte García alrededor mío, nunca lo sabré. Pero el aliento estuvo.
Correr en Valencia es como correr en la infancia de los que somos descendientes de españoles. Las señoras, los niños, los nombres, los rostros, todo parecía parte de una gran familia que me resultaba conocida. Valencia tiene todas las virtudes argentinas pero, no me sorprende, ninguno de sus defectos. Parece una Argentina de muchas décadas atrás. Al menos eso sentí yo. La organización, el respeto, la seriedad, pero también la alegría, la calidez, la confianza. Algo de melancolía me invadió al sentir esto. Pensé en que Argentina podría ser como Valencia, que no es imposible. La realidad es que estamos más lejos de lo que uno quisiera. Pero de ánimo hablaba y también había mucha animación. Castañuelas, tambores, gaitas y bandas de rock. Trajes típicos y bailarines. Incluso una orquesta tocaba y cantaba Había una vez un circo y una vez más me sentí transportado a mi infancia y fui feliz, muy feliz.
Correr con inteligencia ayuda a mantener el equilibrio mental. Al haber salido a un ritmo adecuado pude mantenerme sólido y confiado por todo el recorrido. Al llegar al kilómetro 30 todo estaba en orden. Si hubiera estado mal, igual no me imaginaba complicándome de verdad. Pasaron los siguientes kilómetros y mantenía el ritmo, ya faltaba menos. Paisajes hermosos, casas de otra época, la modernidad extrema del comienzo había dado paso a una Valencia antigua, bella, de barrio. Hermosa ciudad, sin duda. La gente se acercaba mucho a alentar en algunos pasajes, pero nunca complicando a los corredores. Había seguridad y todo estaba bien organizado. Los lugares más turísticos también se notaban, con un impacto visual que se sentía aunque uno estuviera concentrado en la carrera.
Cuando faltaba realmente poco yo sabía que tenía una última carta: Los últimos tres kilómetros son con un desnivel a favor. La carrera empezaba en un puente y terminaba debajo de ese puente, por lo cual esos metros se hacían sentir al final, incluso con un par de bajadas claras, de esas que se pueden aprovechar. Faltando dos kilómetros sentía que delante de mí había un ruido por encima de lo habitual: alguien famoso estaba corriendo. Dabiz Muñoz es un muy prestigioso chef madrileño. Corría con unos compañeros de ruta que lo llevaban (o él los llevaba a ellos) y la gente iba gritándole. Luego me enteré que había ido a Londres y le había ido peor que a mí, así que para él también era una revancha. Confieso que el tumulto me distrajo, porque al alcanzarlo me quedé unos segundos detrás de él, hasta que descubrí que había bajado un poco mi ritmo. Los pasé y aceleré todo lo que pude, ya no quedaba nada, eran solo dos kilómetros, los dos kilómetros más fáciles. Ahí sí, arrancaba un vallado para que los corredores disfrutaran su llegada a La ciudad de las artes y las ciencias. Sin palabras. Faltando 800 mts hay una bajada abrupta que debe usarse pero sin descuidarse, porque tiene pequeños desniveles que no son constantes. Luego tiré mi pulsera de tiempos y aceleré, aceleré a lo que podía, el 02:56 y algo que había pensado estaba logrado, solo tenía que apurar para ver cuánto más rápido podía ir. Si han visto fotos de la carrera sabrán lo que es esa llegada. Tal vez la más hermosa que yo he visto. Pasé la meta en 02:55:13 y me sentí tan satisfecho como alguien puede estar cuando logra superar su propio objetivo. Todo el recorrido fue fantástico y más aún la llegada. Una medalla hermosa y una bolsa de finisher con frutas y snacks era un hermoso recibimiento. Unos puestos para grabar la medalla con láser inmortalizaban el momento en segundos. Era dar la medalla y volver a tener con el tiempo grabado. Todo esto a metros del guardarropa. Me encontré luego con mis amigos Tony y Gabriel y también me crucé con conocidos de otras carreras. El ambiente era festivo y desde diferentes lugares se podía seguir la llegada de los demás maratonistas. Así como terminé la carrera supe que era una ciudad y una carrera para volver a correrla, una gran alternativa las grandes carreras del mundo y a su misma altura.
Pero no puedo dejar de pensar en que Valencia significó para mí conectar con cosas del pasado, de mi cultura, de mi crianza. Llegué a la ciudad de noche, ansioso por ver el mar. Tuve que esperar al otro día para ir caminando hasta la Playa de la Malvarrosa. Habiendo hecho muchas cosas también ese día, caminaba mientras veía como caía el sol. Quería ver el Mediterráneo, quería tocar el Mediterráneo. Sí, por la canción de Joan Manuel Serrat. De Algeciras a Estambul… dice la letra y me imaginé todas y cada una de las frases que escuché y canté tantas veces y que, días antes de viajar a Valencia pude escuchar en vivo con el propio Serrat cantando esa canción. Nunca los maratones son solo el maratón, pero Valencia me trajo muchas emociones extra. Valencia ciudad del running, Valencia ciudad de momentos que me hicieron revivir grandes momentos de mi vida. Fue un placer conocerte, espero nos volvamos a ver.