Maratones no es algo que falte en el mundo, menos aun si hablamos de Estados Unidos. Varias por fin de semana, la mayoría entre buenas y extraordinarias, para todos los gustos. Cuando alguien ha corrido las Majors, cuando se ha cansado de correr la de la ciudad en la que vive y quiere buscar algo nuevo, la oferta es tan grande que puede resultar abrumadora. ¿Qué es lo más importante para cada corredor? Primero hay que preguntarse eso, luego será más fácil elegir la carrera.
Veintiún maratones completé cuando en marzo del 2019 completé por segunda vez el circuito de las Abbott World Marathon Majors en Tokio, Japón. La experiencia volvió a ser inolvidable, tener por segunda vez el circuito completado y una nueva medalla que lo atestiguara era algo que me hizo y me hace muy feliz. Imaginé que si bien no me interesa hacerlo por tercera vez, tal vez sí podría volver a varias de ellas. Pero pasaron los días y me di cuenta que quería buscar algo nuevo. Aunque ya corrí Los Ángeles, Edimburgo, Utah Valley y Valencia, lo que buscaba ahora era algo que no se pareciera a nada. No quería repetir tampoco Río de Janeiro ni Rosario y por ahora haber corrido tres veces Buenos Aires es suficiente, porque siempre hay tiempo para correr de local.
Entonces entre las muchas búsquedas que hice, un circuito me llamó mucho la atención. De ese circuito y de la experiencia de haber corrido una de sus carreras es que quiero hablar. Se trata de las Revel Races, un circuito de nueves carreras que se corre en Norteamérica, casi todas en Estados Unidos. La idea de estas carreras es la de ofrecer una atención más personalizada de los corredores, con un número menor de participante para la doble distancia de 42 Km o 21 Km que este circuito ofrece. Un clima más cálido y amable, más de carrera de pueblo, pero con una organización de excelencia, donde todo está bien pensado. Eso puedo corroborarlo ahora que ya corrí Mt Hood Marathon en Portland, Oregon.
Antes de haber participado me llamó la atención algo que ofrecían en la web: circuitos rápidos y bellos que incluían uno de los grandes ganchos para los corredores norteamericanos: las carreras son clasificatorias para el maratón de Boston. En el caso de Mt Hood la cercanía de la ciudad de Portland era un motivo más para conocer y disfrutar. Así que ese fue el objetivo, conocer este famoso circuito que ya había visto en la expo de otras carreras, siempre llamando la atención, siempre como una tentación. La experiencia en Utah Valley Marathon 2018 me había enseñado que no todo es tan rápido como promete, y que lo que para algunos es hermoso para otros no puede serlo. Lo duro del maratón es que cuesta mucho entrenarlo de verdad y por eso la mayoría de los corredores busca ir a lo seguro.
Portland es una bella ciudad, sin duda, con una vida cultural activa y varios lugares para visitar. Es tierra de Pie grande, cosa que le agregó algo de simpatía a todo el asunto. Lamentablemente no llegué a verlo, tal vez la próxima visita. Una de las cosas interesantes de las Revel es que suelen tener un hotel asociado a la carrera que sirve como base de operaciones y está cerca de la expo maratón además de ofrecer micros que vayan a la largada. La expo fue tal cual uno podía esperar, sencilla pero no pequeña, simple pero con buen material. Se podían comprar recuerdos, el kit traía remera, guantes y manta térmica, además de un par de regalos más. La expo es solo un día, el anterior a la carrera. Eso permite también que haya una charla técnica para todos. Paul Carmona, entrenador y corredor que conoce todos los circuitos describió de forma minuciosa la altimetría de la carrera, cada uno de sus puntos clave y dio algunos consejos sobre cómo correrla. Una nota al margen: para los que quieren, las Revel Series ofrecen un servicio de entrenamiento a distancia que prepara a los corredores para estos eventos. Como yo tengo entrenador, no aproveché esta supervisión, me conformé con la charla.
Lo primero que hay que saber cuándo uno elige una carrera son las condiciones del clima. El año pasado en Utah –cuya fecha es cercana a la de Mt Hood- el calor era importante y aunque la carrera salía temprano el final podía complicarse. Acá el maratón sale a las 5 AM, señal clara del peligro de que la temperatura suba. Y aunque subió, lo hizo de forma notable recién al mediodía, al finalizar la prueba todavía el verano no había mostrado todo lo que tenía para castigar a los corredores, salvo, claro, a los más lentos, los de cinco horas y un poco más. Para correr 5 AM hay que despertarse un buen rato antes, por lo que como bien aconseja la página, lo mejor era empezar a madrugar media hora más temprano cada día. Los días en Portland los arrancamos entonces a las 5:30, 5:00 y 4:30 AM, para el día de la carrera pegar un madrugón a la 1:30 AM. Si pensamos que son tres horas más temprano que el día anterior, entonces no es tan grave. Si pensamos que con Buenos Aires hay una diferencia de – 4 horas, entonces era hasta natural.
Todo debe planificarse bien si el despertar va a ser a esa hora. La carrera se llama Mt Hood, por lo cual obviamente la largada es frente al Mt Hood, no en la parte más elevada, pero sí totalmente fuera de la ciudad misma de Portland, por eso el madrugón. En micros muy bien equipados y en la puerta del hotel, partimos los de los 42 Km hacia la largada. Los que corren 21 Km salen una hora más tarde. La zona de largada era sencilla y bien organizada. Las mantas térmicas eran para ese momento. Como en toda carrera en Estados Unidos, los baños químicos están impecables, perfectamente equipados y en un número correcto para no generar largas filas. Era de noche y hacía frío, pero a medida que el sol asomaba se empezaba a ver la belleza arrebatadora del lugar. El Mt Hood simplemente dejaba con la boca abierta y el bosque parecía infinito.
Aunque el número de maratonistas solo llegaba a mil, la largada era en olas. Esto obedecía a la comodidad de los corredores y a la seguridad del circuito, así como también el respeto por el medio ambiente. Con la manta en los hombros nos acercamos a la zona de largada, pero a todos nos pidieron las mantas para tirarlas, nada de ir arrojándolas en el camino, impecable todo. En la largada me sorprendió que me preguntaran por mis zapatillas, ya que son un prototipo de Skechers, las Speed Elite Hyper, y no tienen marca a la vista. Lo que me sorprendió fue que varios habían visto la reseña en internet. Pocos corredores, pero bien informados y muchos experimentados. Si acaso se cuidada el tema basura, también se cuidaba el sonido. No había ni un DJ, ni tampoco un megáfono. Una persona sobre una camioneta nos explicó que no se podía tampoco contaminar sonoramente el lugar. Una largada clara y bien medida, una cuenta regresiva y largamos.
Para quien haya corrido un maratón, sabe que menos de cinco mil corredores es muy poca gente, si además salen en tandas, el número es mínimo y a lo largo de 42 Km todos nos vamos separando. Yo había vivido varias carreras así, pero la más parecida había sido la de Utah. La largada nos encontró a unos diez corredores juntos que poco a poco nos fuimos distanciando. Paul Carmona nos había avisado que lo más rápido era al comienzo, que nos dejáramos llevar, sin frenar ni acelerar. Era una pendiente fuerte, y aunque intenté hacer caso al consejo las piernas de iban solas, no podía decidir si estaba acelerando o dejándome llevar. Sé que si uno frena, se lastima. Había escuchado varios relatos de corredores que por correr mal Mt Hood habían tenido que caminar al final.
Pero no solo era estrategia y euforia, también estaba el paisaje. El bosque al amanecer era de una belleza nunca vista. Aunque la totalidad de la carrera, de punta a punta, es por asfalto, el entorno es siempre un paisaje impactante. Solo se escuchaban nuestros pasos, nada más. Dos o tres corredores íbamos viéndonos, ni uno más. El circuito era claro y obvio, sin riesgos de confundirse. Conos, carteles, marcas, todo impecable.
Al llegar al primer puesto de hidratación –y el primer aliento, porque no había espectadores- descubro algo que me alarmó: no pude agarrar el vaso. No entendía que pasaba, pero al llegar al segundo puesto lo entendí: iba demasiado rápido, más rápido de lo habitual, y mi cálculo para agarrar el vaso había fallado. No volvió a pasar, pero me avisó que mi ritmo era demasiado veloz. Toda la primera parte fue así, a un ritmo demasiado alto. También era una buena noticia, ya que significaba que esta carrera era diferente a todo lo corrido y por lo tanto requería más inteligencia y estrategia de lo que yo calculaba. ¡Lo difícil es divertido!
En varios momentos me daba cuenta que las piernas me temblaban y que me dolían músculos que no me suelen doler. No tenía más remota idea de cómo encararía las subidas. En el Utah Valley Marathon la estrategia falló y no pude lograr lo que buscaba. Acá no podía saberlo. Corrí dos o tres kilómetros junto a otro corredor, creo que en lugar de ayudarnos a calmar el ritmo, ambos aceleramos, a ese corredor no lo vi más. El clima entre corredores era más parecido al trail que a la calle, supongo que por el número total. Cuando llegué al kilómetro 30, el primer momento clave para evaluar si todo lo hecho antes estuvo bien, empecé a notar que no había salido bien la estrategia y que había gastado mucha energía.
Las subidas costaban, el dolor aumentaba. Recordaba Utah Valley y me preguntaba si me iba a pasar lo mismo, de no llegar al sub 3. Es asombroso como el cerebro empieza a funcionar diferente con el cansancio. Pensé que todo se perdía, pero decidí aguantar. Me pasaron un par de corredores y lo hicieron con tanta fuerza que entendí que no todo estaba perdido, pero que definitivamente me faltaba experiencia para esta clase de carreras. Llegué al 34 todavía rápido, pero agotado. En el 35 el ritmo empeoró mucho y el sueño de una arremetida final se volvía imposible. Buscaba 02:50:59, eso alcanzaba, pero llegando al 36 no sabía si podría incluso hacer las mencionadas menos de tres horas. Era ridículo, claro que lo lograría, pero repito que el cerebro no funciona bien en ese momento. La parte más dura de la carrera era en el km 40. Ahí se vino lo complicado, coincidiendo mi cansancio con lo más difícil del circuito. Poco antes empezaban a mezclarse los de 21 Km y 42 Km. Había logrado en el Km 38 seguir a un corredor que me pasó y eso me hizo recuperar momentáneamente el ánimo. Pero los últimos cuatro kilómetros fueron durísimos. Pasaba rezagados de los 21 Km pero no alcanzaba a nadie de los 42 Km. Si me pasaron cinco y yo no pasé a nadie, la conclusión es que yo equivoqué el ritmo. En el último kilómetro veía las estrellas pero buscaba apurar, algo logré apurar. El último kilómetro es entrando a una zona de bosque de una belleza absoluta, algo que solo aprecié al terminar, claro. Pasé la meta agotado completamente, pero la marca fue de 02:52:42. Mi segunda mejor marca en veintidós maratones.
Pasé la meta con un cansancio que jamás había vivido. Mareado, dolorido y agotado. Mi novia, que corrió los 21 Km, se acercó, luego de que yo recibí la medalla y juro que caminé como un zombie durante un buen rato. Había de todo para comer y tomar, realmente de todo. Una fiesta absoluta en un lugar soñado. Todos felices. Todavía hacía frío, el calor no llegó a molestar. En una carpa daban la clasificación y una postal con el resultado diciendo que había clasificado para Boston 2020 o 2021, cualquiera de las dos. Había salido 15 en la general y 2do en mi categoría. La carrera me encantó. Estar solo durante casi 42 Km, sin casi aliento en el recorrido, solo en la bella llegada, fue algo hermoso. Maratón en estado puro, sin la fiesta que tanto nos gusta, pero con mucha paz y sin problema alguno. Aunque la visita fue breve pudimos hacer varios amigos, porque eso permite el circuito Revel con carreras más pequeñas. Me quedé muy feliz porque sentí que había aprendido mucho en relación a una carrera parecida como la del año pasado. Voy a probar otras carreras del circuito mientras repito posiblemente Boston y Chicago más alguna otra gran carrera en algún lugar del mundo. La certeza de que dejé todo estuvo en los días siguientes, los más difíciles para caminar y moverme. Tan gracioso y placentero a la vez, tan doloroso pero con una enorme sensación de orgullo. Mi sub 3 número 13 y mi maratón número 22. Mi pequeño gran mapa de ruta en el mundo de los maratones. El maratón de Mt Hood está entre los más intensos y hermosos que me tocó correr.