La legendaria carrera de San Silvestre, la que tradicionalmente se corre el último día del año, es una celebración para los corredores de Latinoamérica y España. Carreras más o menos multitudinarias se han vuelto una cita obligada para que aquellos que amamos correr podamos despedir el año haciendo lo que más nos gusta. La más famosa es la de San Pablo, Brasil, donde treinta mil personas se lanzan a la Avenida Paulista a correr los 15 durísimos kilómetros de una carrera con muchas cuestas. Al ser el 31 de diciembre, esa carrera suele ser en Brasil una carrera muy dura de enfrentar para hacer marca. Pero más allá de la elite, lo complicado es que esos treinta mil corredores salen a festejar más que a correr, y que no hay, por lo tanto, corrales de largada. Una vez en la vida hay que correr San Silvestre de San Pablo, porque es increíble.
Buenos Aires tiene sus carreras de fin de año y su San Silvestre. La gran fiesta de fin año se realiza por la mañana, tanto por la temperatura como por la posibilidad logística de mover tanta gente por el centro de la ciudad y, permitirle a los que viven más lejos, volver a sus hogares antes de la noche. Así es que a las 8 AM del 31 de diciembre del 2018 corrimos casi once mil corredores los 8 Km que la carrera tiene en nuestra ciudad. Ocho kilómetros que sirven para que los menos experimentados puedan completar la prueba sin mayores problemas y los que tienen más experiencia y entrenamiento pueden correr fuerte sin alterar demasiado su entrenamiento, aunque dejen todo en la carrera.
A la zona de largada, a dos cuadras del Obelisco de Buenos Aires, se puede acceder con muchos medios de transporte, por lo que es muy sencillo para los corredores el horario y el lugar. Casi once mil corredores participaron este año, una cifra enorme que es posible siga creciendo año tras año. Hizo calor, sí, y mucho, pero no fue una temperatura extrema por el horario. Tres puestos de hidratación fueron bastante razonables para cuidar a los corredores, estamos hablando de una hidratación cada dos kilómetros, lo que permite que nadie se deshidrate aun en malas condiciones climáticas. La largada obviamente fue complicada, pero no tanto como la de San Silvestre de San Pablo. La elite y una salida opcional Vip permitió que los que buscaran marca pudieran hacerlo y los demás tuvimos como única opción tratar de entrar al corral temprano. Tal vez corrales sugeridos podrían incorporarse el año que viene. Corrales obligatorios es demasiado para algo tan festivo.
Hubo un mini recital de rock – tocó Juanse- antes de la largada, realizado con profesionalismo, subiendo el ánimo de la gente, con canciones conocidas por todos. Debe haber sido duro el madrugón para la banda, pero hicieron su trabajo sin problemas. Muchos teléfonos grabando las canciones, jugando con pelotas que iban por encima de la gente, marcaban el tono de la carrera. Considero, en lo personal, que quien no pueda correr a un ritmo de menos de 4.30 el kilómetro, no debería ponerse delante de todo en una carrera así, ni hablar de los que corren a 5 o 6 el kilómetro o aún más lento. Es por una cuestión de seguridad y orden que creo que los corredores deberían pensar dos veces antes de ponerse tan al frente cuando terminarán por detrás de más de la mitad de los corredores. También hubo dos conductores del evento, uno sabía de running, el otro no dijo ni una sola cosa que valiera la pena, ni sobre running, ni sobre nada. También hubo corredores con dorsales truchos, algo imperdonable y se sumaron personas sin dorsal. A los que no tenían dorsal se les indicó que abandonaran la carrera al final. Si no quieren respetar las reglas, amigos corredores, no corran esta carrera, festejen el fin de año en su lugar de entrenamiento, como la mayoría de los corredores hacen. Las reglas deben respetarse.
¿Y la carrera? Espectacular. Salir todos contentos, felices de correr, pasando por al lado del Obelisco, la postal más famosa de la ciudad de Buenos Aires. Doblar por Corrientes, la calle que todos los porteños conocemos de memoria. Ir por el bajo, pasar por detrás de la Casa Rosado, pasar por delante después, la Plaza de Mayo, la Catedral, el Cabildo, todo un circuito espectacular que incluso hace que la carrera sea ideal para los que no viven en Capital Federal. Hermoso el recorrido. Duro, sí, con bajadas pero con subidas también. Con un solo retome complicado, en particular para los que buscan tiempo o vienen en los grupos más numerosos, pero con un paisaje memorable casi todo el tiempo. Al menos para mí y los de mi ritmo, insisto, todo salió perfecto. Hidratación, medallas, circuito, todo funcionó. La llegada, en el mismo lugar de la largada, fue también hermosa, con todo el aliento de la gente y nuevamente el Obelisco al fondo. Como detalle menor a tener en cuenta: Un camión de bomberos tiraba agua cuando faltaban menos de quinientos metros para la llegada. Estaba justo en una curva y el chorro de agua era fuerte, más de uno comentó que complicaba doblar a toda velocidad, tal vez debería haber estado esa refrescada antes de la curva.
La cobertura de fotógrafos fue enorme también, para quienes busquen un recuerdo con esos lugares tan emblemáticos de la ciudad y, si estudiaban el recorrido, también se podía pedir a un pariente que saque en un mismo punto más de una foto de su corredor conocido. Una hora después de largada la carrera, ya casi habían llegado todos. No fue una carrera para hacer marcas. Mi ritmo, para compararme con otras carreras, fue de 4.07, que es casi el mismo con el que un mes antes corrí el Maratón de Valencia, en España. Claro, no fui específicamente preparado para la San Silvestre. Los dos días anteriores tuve entrenamiento intenso y de mucha carga. Pero en la clasificación general me di cuenta que para la mayoría fue difícil hacer un buen ritmo y que muchos fuimos, aun dejando todo, simplemente a disfrutar de la carrera posible. Esto no desmotivó a la elite, porque Martín Méndez batió el récord del circuito con un tiempo de 24:12 en caballeros y María Luz Tesuri ganó cómodamente y también hizo marca femenina del circuito con un tiempo de 27:29.
En España, en Brasil, en Costa Rica, en México o en Argentina, las San Silvestre son una fiesta para despedir el año y eso es lo que más importa. El cierre más hermoso para quienes vivimos para correr, para quienes creemos que esta es nuestra forma de vida y disfrutamos cada kilómetro que corremos.