A la hora de escribir de una carrera siempre pienso si debo hacer una cobertura periodística o si debo hacer un relato personal. Si bien tienen puntos en común, son dos formas diferentes de encarar la cobertura de una carrera. Esta vez intentaré hacer ambas cosas, aclarando siempre que yo no soy periodista, sino una persona que vive de escribir desde hace más de veinte años y que desde hace muchos menos años se ha dedicado a correr y a escribir sobre running. The North Face Endurance Challenge 2015 San Martin de Los Andes era mi quinta ultramaratón de montaña. Mi primer ultra fue justamente en esa ciudad, en el 2010, cuando terminé mis primeros 50 Km de montaña.
Las carreras de aventura –la forma informal de llamar al trail running- tienen un encanto muy diferente al de las carreras de calle. La calle es estricta, nerviosa, maniática, rápida. La aventura es un mucho más relajada, igualmente difícil, pero con el regalo del paisaje y el cambio permanente de terreno. Por cuarta vez elegí correr 50 Km. Por tercera vez, elegí correr 50 Km un mes después de correr un maratón de calle. Luego de Berlín, luego de Boston y ahora luego de Tokio, me aventuré a los 50 Km de montaña. Con autorización de mi entrenador Marcelo Perotti y sabiendo que algo de cansancio iba a tener, volví a optar por este método de correr 50 Km. Sí, 50 Km son una ultramaratón, al menos en el sentido estricto del término, pero cualquiera que haya hecho 80 Km (yo los he hecho) o más, sabe que 50 Km es el límite entre el maratón y la ultra. Si uno entrenó fuerte y muy bien para el maratón, cinco semanas después puede correr 50 Km, siempre y cuando el cansancio no sea muy grande, el maratón no haya dañado el cuerpo y si la experiencia acumulada es la adecuada. No hay que lanzarse a aventuras que están por encima de nuestras posibilidades, jamás.
En su formato habitual, The North Face ofrecía 10, 21, 50 y 80 Km. Como ya dije, 80 Km estaba lejos de mis posibilidades y calendario de carreras y además 50 Km es una distancia casi perfecta para la montaña. Sirve para correr, para divertirse, para agotarse sin lastimarse, todo. El frío recibió a los corredores de 80 Km que salieron a las 6 AM y también a los que corríamos 50 Km a partir de las 8 AM. Mucho frío hacía, pero yo ya conocía el recorrido y sabía que iba a sentir calor en menos de 5 Km. Con guantes y un buff, temblé un poco y aguanté hasta que se hizo la hora de la largada. Charlé en la previa con muchos corredores y corredoras que apostaban por primera vez a la distancia. Con consejos y comentarios breves e inspiradores (ya es tarde para corregir cualquier cosa, todos estaban lanzados) animé a todos los que hablaron conmigo. El frío, repito, era intenso. En mi mochila tenía la campera obligatoria en caso de que algo saliera mal y la manta térmica si me quedaba en la montaña. Era casi imposible algo así, pero hay que ser precavidos.
El primer kilómetro es por calle, de la hermosa plaza principal de San Martin de Los Andes se sale por llano y con alegría uno corre como si fuera a hacerlo a ese ritmo todo el tiempo. Al segundo kilómetro la subida nos ordena. El frío en los pies aun se sentía, pero poco a poco comenzó el calor. En tres kilómetros ya no tenía los guantes, en cinco tampoco el buff. Del dos al seis, el impacto es fuerte. Uno piensa: Hice algo mal, estoy agotado. Pero no, es que uno está frío y está subiendo mucho. Una subida como la inicial, solo la corremos porque está al comienzo, si estuviera al final, casi seguro que habría que caminar y trotar de forma alternativa. Luego que el cuerpo se estabiliza, la cordura vuelve. El paisaje se vuelve amable y basta con mirar alrededor para deslumbrarse con las imágenes.
Desde la última semana de diciembre del 2014 que lamentablemente no llueve en la zona. La sequía es notoria y eso se refleja en una inusual cantidad de polvo. Polvo que llega a ser tal que no se puede ver el piso donde uno pisa, las raíces y las piedras. Si uno tenía la mala suerte de tener a alguien cerca y delante, el polvo volando era terrible. Tanto los ojos como la respiración se veían afectados. Por suerte fueron pocos los momentos en los que corrí acompañado o con alguien delante, pero a muchos corredores de distancias más cortas o largas pero que iban en pelotón, se les debe haber hecho realmente difícil el trayecto. Toda carrera de aventura se guarda una dificultad nueva, esta tuvo el polvo como protagonista.
Los puestos de abastecimiento estaban impecables y según me comentaron, esto fue del primero al último de los corredores. La camaradería habitual de los corredores amateurs también apareció durante todo el recorrido y las pocas palabras que uno cruza con otros corredores son un extra de gran valor para la carrera. Si los primeros diez kilómetros fueron difíciles, los siguientes diez fueron fáciles y veloces. Aunque había llegado solo para divertirme (Dando todo, como siempre, pero limitado por los veintiocho días que separaban esta carrera de mi maratón en Tokio) en esos primeros veinte kilómetros había adquirido cierta euforia. Como suele ocurrir en estas carreras, me fui quedando solo. Alguien me pasó en los primeros kilómetros, luego yo pasé a otros y con algunos corredores compartí varios momentos. Al llegar al kilómetro treinta no me volvió a pasar nadie más, pero yo pasé a cuatro corredores de ahí hasta el final.
En el kilómetro cuarenta el cansancio acumulado de Tokio se hizo presente. Ahí me preocupé. Luego del último puesto de abastecimiento me vino el cansancio. Solo habían pasado veintiocho días y lo sentí. No era mi primera carrera, así que no importaba el cansancio, sabía que iba a llegar, no había riesgo de que eso no pasara. Estaba corriendo solo. Corría solo, más despacio, pero igual tuve tiempo de caerme un par de veces, una nueva marca personal tendría estar carrera: cuatro caídas marcaron mi carrera, ninguna grave, aunque me volví con moretones y algunos raspones. La tercera caída me hizo reír, caí en una parte del recorrido llena de polvo, y quedé sepultado en una nube, donde literalmente no se veía nada alrededor. Seguí con una sonrisa, y con una suciedad importante. Pero no voy a engañar a nadie, se disfrutan mucho las manchas de las carreras.
Faltando ya poco, casi nada, veo a un corredor. A pesar de mi cansancio había pasado a varios, lo que me animó y me dio mucha energía para seguir. Todavía faltaba la bajada del kilómetro cuarenta y siete. La más difícil de todas las bajadas estaba casi al final. Yo venía siguiendo a un corredor y recibiendo todo el polvo de sus pisadas. Seguirlo me hacía aumentar el ritmo. El se dio cuenta en algún momento y también subió su ritmo. Pasamos en la bajada a algunos rezagados de las distancias cortas. Fueron muy respetuosos y nos dejaron pasar sin problemas.
Entonces luego de esa hermosa bajada de dificultad grado ocho, según nos repitió Manuel Moreno, del Club de corredores, cien veces. Aparecimos en la calle otra vez. Mil doscientos metros hasta la llegada. ¡Al fin! Veo al corredor que tuve adelante dos kilómetros. Soy corredor de calle, decidí que lo iba a pasar. En la bajada de final por calle antes del plano final, apareció Sebastián Tagle, que me dijo “reconozco ese pasito” y yo le contestó: “Sí, la peor zancada de Palermo” y aceleré. Pasé al otro corredor y comencé los mil metros finales. Me sentí feliz, pero me obligué a correr con todo lo que quedaba hasta el final. Deseaba preguntarle a cada uno que me cruzaba si alguien venía detrás, pero seguía en silencio. Aceleré, la cuadra final al doblar vi el arco de llegada. Un año antes corrí 21 Km y vi llegar a muchos. Esta vez me tocó llegar a mí de los 50 Km, muchos aplausos, muchos gritos, felicidad. Una vez más, cincuenta kilómetros terminados, otra ultra adentro. Sucio, manchado de geles y Gatorade, feliz, feliz, feliz.
Si el frío acompañó el comienzo, hay que decir que un clima fuera de serie acompañó el resto del día. No pudo ser más lindo el clima en esa ciudad hermosa que es San Martin de Los Andes. La organización perfecta del Club de corredores hizo que todo fuera maravilloso, de comienzo a fin. Hay jornadas inolvidables y una fue una de ellas. El Club de corredores fue el responsable de una organización perfecta. Y la ciudad como siempre, puso lo mejor. El running me hizo conocer San Martin de Los Andes, y estoy agradecido por eso.