Vivir sin parar

VIVIR SIN PARAR (Sein letztes Rennen, Alemania, 2013) de Kilian Riedhof, con Dieter Hallervorden, Tatja Seibt, Heike Makatsh.

 

Un narrador nos cuenta: “Esta es la historia de Paul Averhoff, no lo conoces porque eres demasiado joven, pero antes cada chico lo conocía. Porque Paul Averhoff no era solo un corredor, era mucho más, era una leyenda.” Mientras escuchamos eso vemos imágenes documentales –apócrifas, aunque no parezca – de un final electrizante de un maratón. Luego una pareja de ancianos que vive en una casa se enfrenta a la dura situación de tener que ir a vivir a un geriátrico. Son Paul y su esposa Margot. Junto con la hija toman la decisión, aun cuando los tres tienen dudas. Paul vive esto como un encierro absoluto, aun cuando el lugar al que van es grande y bello.

Paul y Margot vive con tristeza la nueva situación y observan a los demás ancianos, resignados, amargados o con poca noción de lo que pasa alrededor. Paul y su esposa extrañan su casa. Paul, con una rebeldía que por momentos recuerda al protagonista de Atrapado sin salida, cuestiona las actividades manuales y demás actividades del geriátrico. Paul se quiere ir, pero no puede hacerlo sin Margot, quien está más débil y necesita mayores cuidados. Es en una noche que Pau observa la foto de su éxito deportivo que toma una decisión: volver a correr.

Y durante una celebración religiosa que reúne a todos los ancianos, Paul pasa trotando por el parque, generando una inspiración en todo los demás. Mientras están encerrados como en una cárcel de cristal, Paul pasa corriendo, con sus setenta años, por el bosque que rodea al geriátrico. Correr se convierte desde el comienzo en una metáfora absoluta de la libertad. Con esta escena, emocionante y un poco cómica, la película presenta en sus primeros minutos todo su estilo y sus temas. Durante el almuerzo posterior, Victor Paul bebe agua desaforadamente. La decisión está tomada: correrá el maratón de Berlín. Y de eso trata la película. Un anciano, antiguo campeón olímpico, que decide volver a correr. Una persona que no se rinde, alguien que sabe que correr es sinónimo de libertad, de felicidad, de vida.

Es muy difícil contener las lágrimas en varios momentos de la película. La combinación de drama, humor y emoción es irresistible. No importa que tan verosímil sea la historia, la película convence casi todo el tiempo no desde la literalidad, sino desde el mencionado tema. Todo el geriátrico se revoluciona y la alegría de Paul contagia a los demás. No es que los demás se vuelvan corredores, simplemente se sienten conmovidos por el proyecto de Paul. Pero también tendrá enemigos, personas que no quieren que Paul de esperanzas al resto.

Dieter Hallervorden, el protagonista del film, es un actor alemán de larga trayectoria y cuya edad es parecida a la del personaje que interpreta. Dieter tuvo que cambiar su dieta y entrenar para rodar el film, y aunque no corrió ni intentó correr un maratón, su trabajo para la película fue bastante exigente. Y hasta corrió un fragmento del maratón de Berlín 2012. Su rol es impecable y sin duda es gracias a él que la película se vuelve muy conmovedora. Conocemos muchas historias de personas que han corrido y corren maratones, y Vivir sin parar evoca también ese coraje y ese deseo de no rendirse ni resignarse jamás.

Hacía el final, en los momentos culminantes del relato, la película se toma licencias poéticas excesivas, de esas que a cualquier maratonista le caerán pesadas. No necesitaba ir tan lejos la película para lograr su objetivo, de hecho lo logra varias veces en el camino. Una pena, porque sin duda son algunos puntos que resta y debilitan la imagen que deja en nosotros el film. Pero la emoción no desaparece del todo. En esa exageración podemos ver lo que siente cualquier persona que supera la incomparable emoción de terminar un maratón. Difícil no emocionarse cuando escuchamos al protagonista decir: “Toda la vida es un maratón. Los primeros pasos son sencillos, piensas que nada puede pararte, luego viene el dolor y tu fuerza se debilita metro a metro. Entonces pensás que no vas a poder. Pero seguís, siempre seguís, totalmente exhausto. Y el final siempre es una victoria.” Sin duda lo mejor que tiene la película es la emoción y su elogio del running como espacio de libertad, el rostro del emocionado protagonista nos hace sentir la alegría misma del running.